Restaurar un inmueble que dataría del siglo XVI, que tiene pinturas murales, que está ubicado en una zona patrimonial declarada por la UNESCO, sin un peso y con la única garantía de la fuerza de voluntad, es la aventura en la que se ha embarcado la asociación civil Yo restauro patrimonio, que busca recuperar la Capilla enterrada, que se encuentra en terrenos de bienes comunales de Zapotitlán de las Salinas, Puebla.
Norma García, arqueóloga con maestría en restauración de bienes inmuebles y directora de este proyecto, cuenta que fue en 2021 cuando iniciaron conversaciones con la comunidad y en junio de este año comenzaron la primera fase de restauración.
Pero, ¿por qué asumir la responsabilidad de restaurar un inmueble, que por cierto se encuentra dentro de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, una zona que fue declarada en 2018 como patrimonio mixto de la humanidad por la UNESCO?
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Para comenzar, García es una apasionada de la restauración. En segundo lugar, es una acción activa por parte de ella y sus colegas para hacer frente a la precaria situación que vive el INAH, que no se da abasto con los bienes federales y mucho menos con los privados.
“No hay recursos en este país, lamentablemente. Imagínate, no han podido concluir lo de los sismos. Me da mucha pena porque los compañeros en las instituciones están haciendo lo mejor que pueden, hasta donde pueden, pero no hay recursos para intervenir”, declara García en entrevista con EL UNIVERSAL. Aunque indica que no es un problema que acontece sólo en el actual sexenio, ni que el propio INAH sea el responsable:
“Aquí sí no es un tema de la institución, sino del gobierno, porque cada sexenio les recortan. No es que el INAH no quiera dar dinero”.
Hoy, esta reserva patrimonial es el lugar con el mayor número de cactáceas en el mundo. También hay huellas de dinosaurios y fósiles marinos, pues hace miles de años fue un lecho marino. Hace 2 mil años, un grupo de personas se asentó ahí porque abundaba la sal, recurso que, de acuerdo con García, “equivalía al oro” porque funcionaba para preservar los alimentos. Esta estructura originalmente fue construida en uno de los montículos excavados para almacenar la sal, para cumplir esa misma función y después fue modificada como templo, con el fin de recibir a los comerciantes que por ahí transitaban, pues era una ruta comercial, detalla la especialista.
Dentro del inmueble hay varias capas de pintura mural superpuestas. El tema iconográfico de la capilla aborda la pasión de Cristo, pero hay diseños tempranos que hacen estimar que data del siglo XVI. “Hay un chimalli, un escudo usado por guerreros (de culturas mesoamericanas). Está pintado en la bóveda de la sacristía. Estos son muy comunes en los inmuebles del siglo XVI”, explica la también arqueóloga. Sobre su valor cultural en la comunidad, García dice que los pobladores cuentan que este edificio era un punto clave en las procesiones de Semana Santa, antes de su abandono.
La primera fase
Para iniciar el proyecto de resturación se solicitó permiso tanto al INAH como a la comunidad.
Después, la asociación organizó talleres de impermeabilización, de uso de tierra en construcciones y de cal para restauraciones, con el fin de reunir fondos para los viáticos. También “tocaron puertas” con diversas empresas para conseguir donativos de materiales, como material de desinfección y cubetas de cal añejada, que es especial para restauración y “no es nada barata”, afirma la entrevistada.
Parte de los alimentos y el hospedaje fueron proporcionados por los habitantes de Zapotitlán de las Salinas.
Los trabajos en campo fueron realizados por voluntarios que recibieron capacitación y un grupo de especialistas que trabajó pro bono: las restauradoras Diana Molatore, Elisa Ávila, Isis Juárez, Cecilia Serrano, la arquitecta e ingeniera Guadalupe Mejorada y el historiador Jesús Joel Peña. La socióloga Lucero Chávez ha sido la responsable de trabajar con la comunidad un proyecto turístico responsable de la zona. Mientras que Daniel Juárez se encargó del levantamiento de deterioros, remoción de escombros, nivelación y consolidación de muros.
Édgar Martínez realizó estudios de fotometría y planimetría que permiten “conocer la gravedad del enfermo”, es decir, conocer los volúmenes de piedra que se perdieron y la cimentación para saber dónde deben intervenir en la estructura. Además, estos estudios dan pie a la investigación arqueológica.
La primera fase consistió en trabajos de emergencia en las pinturas murales, que están dañadas por excrementos de animales y filtraciones de agua y ya se estaban desprendiendo. Primero se desinfectó la Capilla. Luego, se hizo consolidación de los aplanados, que consiste en “poner aplanados a 45°, en donde ya hay faltantes”.
Estos trabajos se realizaron en un periodo de 15 días.
Sumando el equivalente del trabajo pro bono, las donaciones de materiales, el alimento y el hospedaje, hicieron que esta primera fase de restauración tuviera un costo de 700 mil pesos, incluyendo impuestos. Gasolinas, casetas, compra de herramientas, fueron otros de los gastos.
Al final de esta fase, que concluyó este verano, Yo restauro patrimonio rindió cuentas a la comunidad sobre los trabajos y los gastos. El recinto también fue visitado por Diego Prieto, director del INAH. Pero ese trabajo no es ni el 10% de la restauración.
Buscan recursos para continuar
La Capilla sufrió un colapso del vestíbulo y de sus arcos exteriores en los años 70. Gracias a unas fotografías de esa misma década, proporcionadas en septiembre por el Club de Exploraciones de México A.C. (CEMAC), ahora los especialistas pueden ver parte de los murales que fueron sustraídos y deteriorados por el tiempo, así como más de los elementos arquitectónicos perdidos. Este material ayudará con los análisis iconográficos, declara García.
La historia de la Capilla se basa en testimonios de la comunidad, datos históricos de la zona y algunos elementos que permiten hacer estimaciones, como el chimalli en la pintura mural. Sin embargo, es una realidad que falta realizar investigación arqueológica, que se contempla para las próximas fases.
Pero ese no es el único pendiente. Con base en los estudios de planimetría, falta ver cómo recuperar el volumen que ha perdido el edificio, para lo que probablemente se necesitará hacer adobes. Se requerirán análisis químicos para las argamasas y los pigmentos de la pintura mural.
Aún falta por ubicar las fracturas de la bóveda por donde se filtra el agua. “Ahí necesitamos radares de penetración, que es como un ultrasonido, que nos ayudará a ver el espesor de los volúmenes de la bóveda y dónde se encuentran estos daños y cuantificar lo que hay que hacer”, explica la experta.
Pero antes de restaurar las grietas, biólogos tendrán que analizar la situación del techo, que está lleno de cactáceas, pues al ser una reserva patrimonial, no se puede intervenir a las especies endémicas sin un estudio que lo justifique e indique los tipos de trabajos que se realizarán.
“Falta muchísimo. No consolidamos todas las pinturas murales. Llegamos apenas a ribetear el 70% de las pinturas. Ya no nos dio tiempo de trabajar la bóveda y eso nos tiene muy preocupados por las filtraciones de humedad”, reconoce Norma García.
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Para restaurar en su totalidad la parte arquitectónica y los bienes muebles, o sea los murales, estiman se necesitan cerca de 8 millones de pesos, aún contando los 700 mil ya invertidos y las donaciones de materiales ya pactadas, así como el trabajo pro bono y los voluntariados, que han ido en aumento.
“Aunque seguiremos trabajando con voluntarios para abatir estos costos, necesitamos cuantificar la realidad del trabajo, porque no tengo garantía de cuánto vayan a donar en tiempo, materiales y recursos”.
El flujo de lo recaudado también dictará el tiempo que llevará concluir la restauración. Pues aunque dicen que pueden juntar los fondos poco a poco, concluirían en dos años si contaran con todo el recurso.
Para poder continuar con este proyecto, Yo restauro patrimonio sigue en búsqueda de recursos y donaciones, pero la labor sigue actualmente: hacen trabajo de gabinete para entregar reportes al INAH sobre el progreso y así solicitar nuevos permisos para desarrollar las siguientes fases.