Después de que un juez federal otorgó un amparo para suspender la planeación, construcción, desarrollo y acondicionamiento del Tramo 5 Sur del Tren Maya, que concentra más de 100 kilómetros que van de Cancún a Tulum, la polémica ambientalista vuelve a levantar polvo sobre un proyecto que desde su inicio, en diciembre de 2018, ha subrayado los riesgos de dañar el frágil equilibrio ecológico del segundo pulmón forestal de Latinoamérica, después de la Amazonia.
La suspensión definitiva de las obras en esta zona responde al amparo tramitado hace un par de meses por un grupo de buzos que subrayaba el peligro de realizar obras sobre una zona atravesada por una de las redes de ríos subterráneos más extensa del mundo y que resguarda importante información científica sobre los cambios geológicos y climáticos de la zona. Se argumentó que los trabajos habían iniciado sin tener lista la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), bajo el riesgo de aumentar la fragilidad de un suelo kárstico, es decir, formado por rocas de carbonato de calcio, cuya poca resistencia lo puede hacer colapsar con facilidad.
Aunque la palabra “definitiva” suene como un “no” rotundo, en realidad no lo es tanto. La MIA, actualmente en trámite en Semarnat, aún se puede presentar ante un juez para intentar convencerlo de revocar la suspensión. Cabe señalar que el trazado original del Tramo 5 Sur se extendía por una ruta paralela a la carretera Cancún-Tulum, pero fue modificado.
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El nuevo trazo rediseñó un camino que atraviesa la selva y que puso en alerta a diversas asociaciones ambientalistas, como la Asociación Defendiendo el Derecho a un Medio Ambiente Sano (DMAS), una de tantas organizaciones que ven con recelo un proyecto con repetidos escenarios que transcurren entre la denuncia, la suspensión y la “redención”, pues la polémica frena, pero nada parece detener la marcha de este proyecto insignia del actual gobierno.
Así en la tierra como en el cielo
El Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA) también ha explicado ampliamente los riesgos ligados a los recursos hídricos de la zona, lugares que generalmente carecen de servicios de agua potable entubada y drenaje. Es así que la principal fuente de abastecimiento de agua en la región es el agua subterránea y otras formas rudimentarias de almacenamiento de agua de lluvia que frente a los nuevos requerimientos de la industria turística desaparecerían con facilidad.
Otros especialistas, como el doctor Jorge Eduardo Malpica, investigador de la Facultad de Ciencias de la UNAM, también se ha referido a la importancia de los microclimas en relación a la biomasa de un lugar. Una menor cobertura de hojas en el suelo puede cambiar, por ejemplo, el microclima de una parte de la selva en varios grados con variaciones de distancia en metros o centímetros que podrían afectar pequeñas formas de vida que no son menos importantes que otras especies, pues ayudan a mantener el equilibrio ecológico de la región.
Sin embargo, para otros especialistas, como el doctor Víctor Orlando Magaña Rueda, investigador del Departamento de Geografía física del Instituto de Geografía de la UNAM, lograr detectar los cambios en los microclimas es muy complejo, pues se necesitarían estudios muy detallados y minuciosos que podrían ser probablemente más evidentes a unos cuantos metros del tren, por el contraste de cambio de superficies asfálticas contra las cubiertas por la vegetación, pero no de otras formas. “A veces es posible detectar este tipo de transformaciones cuando se presenta en cambios de uso de suelo de gran magnitud como los que suceden en las grandes ciudades”.
Explica que para pensar cómo funcionan los microclimas podemos pensar, por ejemplo, en una casa. “En el jardín hay más frescura porque hay humedad; mientras que como en la calle hay asfalto cambian las condiciones, pero hay tantos procesos en la atmósfera que poder realmente detectar una señal y hablar de que esto cambie el clima en otras magnitudes, es complejo”.
También señala que detectar este tipo de procesos cuesta muchos años, pues hay varios procesos que forman parte y se tienen que ir discriminando, como el caso de la depredación que sufrió la vertiente del Golfo de Veracruz hace cinco décadas, que sí pudo haber alterado el clima, pero aun así cuesta trabajo establecer una relación muy clara.
Víctor Orlando Magaña Rueda apunta que para monitorear este tipo de procesos se tienen que medir parámetros meteorológicos. En nuestro país hay construida una Red de Monitoreo Meteorológico; sin embargo, la distancia que hay entre una estación y otra puede ser de 50 a 100 kilómetros. Así no es posible percibir los cambios detallados que requieren de instrumentación muy especializada e incluso a veces ni las herramientas satelitales son capaces de captar estos cambios mínimos en el clima. “Para señalar si realmente el microclima cambia necesitaríamos varios años y muchos instrumentos. El cambio es tan local y puntual que es difícil detectar”. Para él, uno de los verdaderos problemas se enfoca en los modelos de desarrollo urbano en el país.
Impacto ambiental más evidente
Precisamente el CEMDA se ha encargado de enumerar puntualmente los riesgos en el modelo de desarrollo urbano que podría detonar el paso del Tren Maya, como una propuesta de desarrollo que choca con la cultura de las comunidades indígenas, campesinas y pesqueras que ahí habitan, además de que exacerbará la desigualdad y marginación entre las personas que viajan y los habitantes que ofrecen servicios.
Los estudios del CEMDA puntualizan que en otros proyectos de la misma zona que han seguido un esquema de desarrollo de industria turística masiva, se ha observado el despojo que la urbanización implica, entre otras cosas, por el incremento del precio del suelo, la inflación de los costos de los bienes en general y la baja de actividades productivas agrícolas y otras labores tradicionales.
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Los riesgos e impactos ambientales propios de la deforestación y la fragmentación del territorio han sido igualmente puntualizados y desmenuzados por numerosas asociaciones ambientalistas preocupadas por la extinción de flora y fauna, así como por otros efectos inesperados en las poblaciones de diversas especies, como los murciélagos frente a la generación de nuevas fuentes de ruido.
De hecho, uno de sus principales estudiosos y defensores, el doctor Rodrigo Medellín, exponía recientemente en la mesa de análisis “Tren maya, análisis de los impactos desde la academia”, organizada por el Seminario Universitario de Sociedad, Medio Ambiente e Instituciones (Susmai), que en un inicio hubo un plan ejecutivo y que lo que se pensó que se podría ir mejorando paulatinamente en el proyecto, en realidad ha transcurrido sin manifestaciones de impacto ambiental oportunas que han impedido revisar a tiempo las medidas de mitigación, lo que precisamente detonó esta nueva suspensión; pero entre parches, cambios y tropiezos el tren parece seguir desafiando a la selva.
Víctor Magaña Rueda
Instituto de Geografía
“Para señalar si realmente el microclima cambia necesitaríamos varios años y muchos instrumentos. El cambio es tan local y puntual que es difícil detectar”
100 KILÓMETROS mínimo contempla el Tramo 5 del Tren Maya, de Cancún a Tulum.
40% DEL AGUA que se genera en las nubes en este tipo de ecosistemas, cae para formar nueva lluvia que se contiene a través de los árboles.
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