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La escuela de arte Bauhaus
, cuyas líneas depuradas y su "espíritu revolucionario" se aprecian hoy en los iPhone o los muebles de Ikea, celebra su centenario en Alemania, con un debate político sobre su legado como telón de fondo.
Weimar, en el este del país, puede, con sus pequeñas callejuelas adoquinadas y su coqueto casco histórico, parecer un lugar de nacimiento sorprendente para este movimiento, resueltamente moderno y minimalista, fundado el 1 de abril de 1919 por el arquitecto y diseñador alemán Walter Gropius.
Tras los horrores de la Primera Guerra Mundial, "los artistas se reunieron para crear una nueva forma de arte, con ideas muy utópicas e idealistas", indicó a la AFP Anke Blümm, conservadora del Bauhaus en Weimar.
Siguiendo la doctrina de "la forma sigue a la función" -lo práctico prima sobre la estética-, la Bauhaus aspiraba a crear objetos o edificios de diseño accesible para todas las clases.
Este año, Weimar, también célebre por ser la ciudad de adopción de Goethe, será el corazón de las conmemoraciones de la Bauhaus en el país, y espera atraer a turistas de todo el mundo.
Un nuevo museo abrirá sus puertas en primavera, y la "Haus am Horn", primera casa blanca de techo plano -característica de la corriente Bauhaus-, construida según los principios de la escuela en 1923, abrirá de nuevo al público en mayo.
La corriente Bauhaus "es una de nuestras exportaciones culturales más influyentes", consideró el jefe del Estado alemán, Frank-Walter Steinmeier, cuando se dio el pistoletazo de salida a las celebraciones.
akc