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Esta semana les escribo desde Vallegrande, Bolivia; he venido a documentar el último territorio en donde Ernesto Guevara de la Serna imaginó un esfuerzo revolucionario que eventualmente cambiaría al mundo. Aquí, en esta sierra hostil, el guerrillero más tenaz que ha existido en América fue detenido y asesinado en el caserío de La Higuera.
A 50 años de la última página escrita en el diario del Che, he viajado hasta aquí para hablar con su gente y fotografiar los espacios clave de las últimas horas del Comandante. Esta imagen corresponde a la Lavandería del Hospital del Señor de Malta, donde el argentino fue presentado muerto al planeta entero.
Les confieso que al entrar a este sitio, me quedé mudo. Hace años, cuando vi por primera vez aquella imagen donde presentaban el cadáver del Che en este lugar, no podía imaginar sus últimos días.
Nací seis meses después de su muerte, pero el mito del Che y la imagen icónica de Alberto Korda ya comenzaban a recorrer el mundo. Mi padre pintó su retrato en mi cuarto de la infancia, crecí con su imagen antes de conocer a ningún súper héroe. Lo veía a diario. En la casa contaban su historia.
Conocí a Korda en La Habana, justo en 1997, cuando repatriaron los restos del Che a Santa Clara. Alberto Korda hizo la imagen más famosa del mundo.
Recorrí la fosa clandestina donde sepultaron sus restos, ahí los forenses argentinos reconocieron su esqueleto porque no tenía manos. Leí su diario antes de conocer Cuba, lloré al final.
Ahora que vi de cerca la quebrada del Churo, donde desorientado cae en manos del Ejército Boliviano, comprendí su tenacidad y locura. Lo imaginé subiendo y bajando aquellas montañas mientras lo cercaban 195 soldados. Él, sin agua ni comida. Casi solo.
Este hombre venía de ser ministro en Cuba, y años atrás había hablado frente a las Naciones Unidas. El 8 de octubre es atrapado en un callejón sin salida en lo más profundo de la sierra. Su muerte era inevitable. Quien lo mata en La Higuera, tiembla antes de disparar.
El Che muere como vivió, rebelde, inconforme y congruente. No conocía otra vida.
Regreso a mi hotel, agotado emocionalmente, una imagen del Che sonriente preside mi habitación. Ahora Vallegrande se prepara para celebrar 50 años de un momento trágico que claramente se inscribe en un lento proceso de reivindicación del guerrillero en estas tierras.
Hace 20 años tuve la oportunidad de estar en Cuba documentando su funeral, en aquella Plaza de la Revolución, de día y de noche, miles de personas pasaban para despedirse de su Comandante.
Hoy, 7 de octubre, pero de hace cinco décadas, Ernesto Guevara escribió sus últimas líneas:
“Salimos los 17 con una luna muy pequeña y la marcha fue muy fatigosa y dejando mucho rastro por el cañón donde estábamos, que no tiene casas cerca, pero sí sembradíos de papa regados por acequias del mismo arroyo. A las 2 paramos a descansar, pues ya era inútil seguir avanzando. El Chino se convierte en una verdadera carga cuando hay que caminar de noche.”
“El Ejército dio una rara información sobre la presencia de 250 hombres en Serrano para impedir el paso de los cercados en número de 37 dando la zona de nuestro refugio entre el río Acero y el Oro”.
“La noticia parece diversionista.”
48 horas después sería ejecutado.
Dicen que El Che luchaba por una utopía, y que hoy ya no tiene vigencia. Pero, ¿acaso el capitalismo salvaje, no quiere vendernos otra utopía?
@MxUlysses