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Esta semana tuve la oportunidad de acompañar un tramo de la precampaña de Andrés Manuel López Obrador rumbo a su tercera cita electoral por la Presidencia de la República. Fue en La Paz, Baja California, y lo vi muy contento. ¿Pero, quién lo asesora, quién lo convenció de modelar su carácter o a quién escucha en ese tema?
Como fotoperiodista, he cubierto al Peje en cuatro campañas, desde 2000, cuando buscaba ser Jefe de Gobierno, hasta este 2018; he sido testigo involuntario de su carrera política y de su transformación personal.
Nunca lo vi más desencajado y enfurecido que en aquella noche de 2006, cuando por milésimas se anunciaba la mínima ventaja de Calderón en aquella elección. Por ello me sorprende su sonrisa de ahora, después de perder dos elecciones consecutivas.
Ahora que lo volví a ver y tuve la oportunidad de hacerle algunas imágenes, me sorprendió su cambio, su buen humor y serenidad. Coincido con Carlos Loret, quien hace dos días consignó en estas mismas páginas sobre las muestras de aprendizaje de AMLO en estos años: “Del discurso incendiario, ha pasado a la conciliación”. Incluso, en La Paz, le dijo a la gente que no se peleara con los vecinos o la familia, así no fueran a votar por él. Apeló a la unidad y al respeto de la diversidad política y religiosa entre otras variantes. Pero ¿será suficiente para ser Presidente?
Ciertamente, su optimismo no es casual, es el puntero de toda encuesta, sea cuchareada o no, él gana en los sondeos de Facebook, Twitter o preguntando en las colonias. En las últimas dos encuestas públicas, él va a la cabeza. Pareciera que esta vez, su camino a Los Pinos es inevitable.
Andrés Manuel es tenaz y astuto. Sin duda ha aprendido de sus errores y ha madurado políticamente, parece contener sus impulsos cada que se le quiere provocar; dosifica la información que suelta y se le ve más seguro que antes.
AMLO es un político que vive según sus propio universo de ideas, me da la impresión de que aún le cuesta escuchar a los otros, es testarudo; sin embargo, no cabe duda que ahora está más abierto a la diversidad que en 2006, por ejemplo. Eso es un avance. Incluso cuesta trabajo creerlo.
¿Será infalible? No. ¿Se va a terminar la corrupción en México? No lo creo. Con su posible triunfo, ¿se terminará la violencia en el país? Tampoco: Hay mil cosas que no dependen sólo de él o de su voluntad. Pero quizá valga la pena explorar nuevas alternativas.
El tabasqueño tiene ese carisma de líder popular que conecta con la gente sencilla, pero choca con las élites; sin duda, su reto está en convencer a un enorme sector de clase media que aún no se decide; y la tarea por venir será saber si es capaz de atemperar los ánimos del círculo rojo que aún duda de sus políticas de ruptura.
En la Paz habló de convertir a Los Pinos en Centro Cultural, insiste en cerrar el nuevo aeropuerto y becar a todo nini por el hecho de ser mexicanos. Muchas de sus propuestas suenan fuera de la realidad, pero él parece creerlas sin duda alguna.
Desconozco cómo ha revertido su desconfianza generalizada y que antes lo aisló. Sorprende cómo lo busca la gente para tocarlo o tomarse selfies.
Sin duda, proyecta seguridad en sus actos públicos y se crece frente al ataque, su estilo no es clásico pero su narrativa “anticorrupción” es casi irrebatible, ¿quién puede estar en contra de combatir la corrupción? Nadie.
El ambiente “antisistema” que se ha instalado en la sociedad mexicana lo acompaña y lo festeja. Las redes sociales son su mejor nicho. Claramente hay temas que ya han sido rebasados, hoy no existe el “tal cerco informativo” que padeció hace años; ni se le ve ahora como un peligro para México.
Aunque insisten en su círculo cercano que nadie lo asesora en imagen, intuyo que sí hay una persona que ha logrado serenar a Andrés Manuel, desterrando sus rencores y fortaleciendo una imagen más madura y paternal que en elecciones anteriores; y ese nuevo factor de inteligencia emocional, creo, es su esposa Beatriz.
Sólo así me explico cómo ha sido posible que Andrés Manuel pasara del “Cállate, chachalaca” a cantarle “Las Mañanitas” a su esposa sin despegar la mirada de su nueva musa. Es obvio, las mujeres siempre nos convierten en mejores personas. Ni hablar.
Repetiré este ejercicio la próxima semana con los precandidados José Antonio Meade y Ricardo Anaya.
@MxUlysses
***En la foto: Andrés Manuel López Obrador, en La Paz (ULISES CASTELLANOS. EL UNIVERSAL)