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El canciller Marcelo Ebrard lleva semana y media con los reflectores puestos sobre su figura. Su papel en la crisis de los aranceles en la relación México-Estados Unidos, y en la negociación que impidió, por el momento, la amenaza arancelaria, lo convirtió no sólo en el personaje central del gabinete del presidente López Obrador, sino también en el interlocutor directo con la administración de Donald Trump, que pasó de tener sus reservas con un convencido ex seguidor de Hillary Clinton, a encontrar en el secretario de Relaciones Exteriores a un cooperativo y dialogante funcionario mexicano con el que pudo concretar acuerdos ventajosos y convenientes para el interés releccionista del presidente estadunidense.
Con la inteligencia y gran habilidad política que lo caracterizan, Ebrard se ha vuelto en esta coyuntura, el personaje del momento, que lo mismo es ensalzado por el presidente y ovacionado en un mitin en Tijuana cuando proclama que “evitamos los aranceles y mantuvimos intacta la dignidad de la Patria”, que es citado por el New York Times como la fuente confiable para desmentir la propaganda política y electorera del presidente Trump que proclama “grandes acuerdos secretos” firmados con México.
Y al mismo tiempo que se convierte en el “supercanciller” que maneja la política exterior de un presidente al que no le interesa ni entiende los temas internacionales, Marcelo también se vuelve el responsable de la política migratoria del país, y la cabeza de un equipo, el llamado dream team antinmigrante, que se trasladará por órdenes presidenciales a imponer la ley y el orden en la porosa y desordenada frontera sur mexicana y cumplir con los difíciles compromisos que él mismo suscribió en Washington, desplazando en esta labor a la secretaria titular de los asuntos migratorios, Olga Sánchez Cordero y a su equipo.
Para algunos, Marcelo Ebrard está “en su mejor momento”, el momento que lo puede potenciar como una de las mentes políticas más brillantes y experimentadas de la Cuarta Transformación y, aunque suene prematuro, posicionarlo también para futuristas aspiraciones políticas.
Pero para otros, el papel protagónico del canciller en una coyuntura tan difícil y delicada de las relaciones México-Estados Unidos —con una negociación que dividió opiniones y generó polémica por las excesivas concesiones y cesiones que Ebrard tuvo que hacer ante el gobierno de Trump para evitar la catastrófica aplicación de aranceles— también coloca al secretario de Relaciones Exteriores en un laberinto en el que no va a ser fácil encontrar la salida sin que su imagen política termine lastimada si es que el gobierno mexicano no puede cumplir sus compromisos con la Casa Blanca, y terminamos no sólo convirtiéndonos en el fallido muro de Donald Trump, sino también en el “tercer país seguro” de Estados Unidos. Ahí sí, la dignidad nacional no quedaría “intacta”, ni tampoco la carrera política de Marcelo.
Por lo pronto, el desarrollado olfato político del canciller lo hace moverse como pez en el agua, dando declaraciones, explicaciones, conferencias y creciéndose al enorme y complicado reto que tiene enfrente.
Ayer estuvo como invitado en la reunión de accionistas del banco BBVA, el más grande del país, y ahí dio un discurso que claramente refleja que Ebrard sabe el momento que está viviendo y lo que se pone en juego para el país y para su carrera política: “Vamos a hacer todo el esfuerzo para que tengamos certidumbre y podamos transitar en este tema. No esperaría incertidumbres en el corto plazo, vamos a hacer nuestro trabajo político, institucional para que el país siga su marcha. Cada quién a su esfera. Nos vamos a ocupar de que así sea. Es lo que debemos hacer nosotros. No está fácil, pero para esos estamos”, dijo el canciller mexicano. ¿A qué le suena ese discurso, a que Marcelo está en su momento y lo aprovecha o a qué se está metiendo a un laberinto de muy difícil salida?
NOTAS INDISCRETAS…
Todo está listo para el arranque de la contienda interna del PRI el próximo 22 de junio. Ese día se podrán registrar los aspirantes que quieran ser candidatos a dirigente nacional en una elección abierta y por voto directo de los militantes que al viejo partido le va a costar 100 millones de pesos y para la que van a tener que hipotecar uno de sus edificios para obtener un crédito para costearla. Tras 45 días de campaña, el 11 de agosto se llevará a cabo la votación de los priistas, con base en un padrón que en estos momentos termina de depurar nuevamente el INE para eliminar nombres repetidos, militantes ficticios y hasta muertitos que estaban en el padrón priista de más de 6 millones, una cifra que seguramente se verá drásticamente reducida, tal y como está ahora el partido. Los aspirantes que ya están listos y en la lista de salida son conocidos por todos. El gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas, que la noche del lunes ya redactaba los términos de su licencia al cargo que presentará la próxima semana ante el Congreso de su estado, para arrancar sin duda como el candidato más fuerte por el apoyo de la mayoría de los gobernadores del PRI; el doctor José Narro Robles que ha dicho que “no se raja” y que apoyado por dos pesos pesados como Manlio Fabio Beltrones y Miguel Ángel Osorio Chong dará la pelea con la exigencia de que haya “piso parejo”; la ex gobernadora Yucateca, Ivonne Ortega, la única mujer en la contienda priista pero no por ello menos bragada y decidida a dar la pelea con todo por la dirigencia; Ulises Ruiz, ex gobernador oaxaqueño, que será sin duda un actor que dará nota en la contienda priista, y José Ramón Martell, el eterno aspirante a la dirigencia tricolor. Hay quienes ven posible una alianza entre varios aspirantes y que haya declinaciones para fortalecer una candidatura en particular, pero eso ya se verá sobre la marcha. Por lo pronto, con dinero prestado, los ánimos muy encontrados y calientes entre los grupos, y una complicada historia de divisiones y fracturas en elecciones abiertas, los priistas van a un choque de pronósticos reservados; el que resulte ganador, tomará posesión el 18 de agosto. Porque es seguro que habrá un ganador, lo que no es muy seguro es si el PRI saldrá fortalecido o aún más debilitado y dividido de este nuevo expermiento democrático…Capicúa de los dados. Se repite el tiro.