Al responder ayer a las acusaciones del presidente López Obrador sobre la “omisión” con que actuaron los tres últimos gobiernos contra el tema del robo de combustibles, el ex presidente Felipe Calderón confirmó la vieja máxima sobre la importancia de verificar el tamaño de la lengua y la cola antes de hablar. Porque sin aportar datos que sostuvieran su defensa, Calderón afirmó que en su gobierno se “combatió con firmeza todas las formas del crimen organizado, incluyendo el de gasolinas, sin afectar a los consumidores”. Lo que no dijo es que esa “firmeza”, tampoco logró afectar a los huachicoleros y sus tomas clandestinas para robar combustibles a Pemex, que crecieron en casi 800% durante su administración.
Según datos históricos de Petróleos Mexicanos, las tomas clandestinas que había en sus ductos en 2006, al inicio del sexenio calderonista eran 213, mientras que para el 2012, al concluir su Presidencia, el número se había elevado a 1,550 puntos de robo de combustible. La misma paraestatal, a través de su área de logística documenta que tan sólo en los tres últimos años de su gobierno, de 2009 a 2012, se perdieron 6,966 millones de barriles de gasolina y diesel por combustibles robados, que según un cálculo “conservador” realizado por el portal informativo Animal Político, representaría una pérdida, a precios reales de la gasolina magna en esos años, de 62 mil millones de pesos. ¿Eso demuestra la firmeza de la que habla el presidente Calderón para combatir el huachicoleo que floreció en su sexenio?
En lo único que tiene razón Felipe Calderón, en su respuesta al presidente, es en que las pérdidas y las fugas de combustible detectadas en su gobierno era “más de 10 veces menores a las que hay ahora”, porque aunque sus números en materia de huachicoleo no son para presumir, el gobierno de Enrique Peña Nieto los elevó y los superó con creces, pues las tomas clandestinas entre 2012 y 2018 crecieron a 12 mil 581, lo que significa un aumento de 262% de las 1,550 que le heredó Calderón, mientras que las pérdidas en barriles pasaron 7,762, y el costo económico total por fugas y robo de combustible se disparó a más de 92 mil millones de pesos.
La reacción de Calderón, que mantiene un abierto activismo político contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, igual que su ex compañero de partido Vicente Fox, es sin duda parte de la estrategia con la que el ex presidente y ex panista busca impulsar la futura creación de un partido político junto a su esposa Margarita Zavala. Sin duda Felipe Calderón busca disputarle al PAN, su antiguo partido, el monopolio del discurso opositor al lopezobradorismo con el que el michoacano ha mantenido una confrontación abierta desde la campaña presidencial de 2006 y la controvertida elección que lo llevó a la Presidencia en aquel año.
No es la primera vez que López Obrador alude, en su cruzada contra el robo de combustibles, iniciada en los últimos días de 2018, a la responsabilidad de sus antecesores en el crecimiento de la industria ilegal y delictiva del huachicoleo, pero ayer en su conferencia de prensa matutina, a pregunta expresa sobre el papel que jugaron Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto en la red de corrupción y delincuencia que permitió el brutal incremento del saqueo del erario y los recursos de Pemex en los últimos 18 años, el presidente fue más directo: “Es muy difícil decir ‘yo no sabía’, las autoridades sabían. Tolerancia, vamos a decir, de todos, omisión. Lo sabían todos. Como que había una especie de ceguera, no se veía. Cómo que no se ve que se están robando mil pipas diarias. Era una especie de tolerancia, algo pactado o que se daba por hecho, pero de tiempo atrás”, comentó.
Veremos hasta dónde llega el duelo verbal entre López Obrador y Calderón, y sobre todo qué repercusiones tiene para el ex presidente que suelta la lengua sin cuidar la cola; pero por lo pronto, en la estrategia emprendida por el presidente para frenar el robo de combustibles con el cierre total de ductos de Pemex y el efecto colateral que ha tenido al provocar desabasto y escasez de gasolinas y diesel en al menos 10 estados y en el Valle de México, está claro que la oposición busca aprovechar al máximo lo caliente del tema y el enorme impacto social, económico y político que tiene la ausencia total o parcial de combustibles en buena parte de la República.
Porque en la crisis de los ductos y de la gasolina, se han formado tres grandes bloques: de un lado el presidente dice que, con el apoyo incondicional de buena parte de sus votantes y de la sociedad, dice que no “vamos a responder a presiones” e insiste en pedir “paciencia y calma” a la población ante las fallas en la transportación de los combustibles, al tiempo que insiste en que no va a dar marcha atrás a su cruzada contra la mafia huachicolera “ni vamos a abrir de golpe todos los ductos”; mientras que en medio organismos empresariales, gobernadores y opinión pública dicen apoyar y reconocer su decisión de combatir el robo de combustibles, pero le piden replantear y corregir las fallas en su estrategia para no afectar a los ciudadanos ni la economía. Y en el extremo están sus opositores y detractores que acusan “ineptitud, incapacidad y una fallida estrategia” y le piden revertir su plan de combate al huachicoleo y garantizar el abasto de combustibles.
Y atravesando y moviéndose a conveniencia entre las tres posturas está la enorme mafia de intereses económicos y corrupción que representa el robo de combustibles y que quiere, por supuesto, preservar a toda costa la actividad delictiva más lucrativa que existe en México después del narcotráfico. Todo eso conectado a una mecha que, si se enciende, puede incendiar la situación con la misma rapidez y facilidad con la que prende la gasolina.
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