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La Ciudad de México nunca volverá a ser igual tras la llegada de plataformas de transporte compartido como Uber. La oportunidad de negocio es tan clara que en pocos años ya están operando otras empresas a la sombra de la más reconocida, pero sin duda generando ganancias. Todas estas firmas realizaron un acuerdo con el anterior gobierno de la ciudad y esto implica una serie de encuentros -ríspidos- en lo que se ajustan las cosas.
¿Cuál es el mejor uso para un celular con mapas y GPS integrados? Hacer llegar a ti las cosas que te importan o deseas. Ese es el punto tecnológico y detrás de esto empieza la maquinaria más lenta de la regulación. Una app que centraliza lo que antes significaba realizar acuerdos (rutas, bases, sitios), fijar lineamientos (revistas vehiculares, licencias y placas) y tener esperanza (que trabajen en tiempo y forma, que no hagan carreritas o conduzcan bajo el influjo de sustancias tóxicas).
Pero lo que hizo muy bien Uber fue tener empatía para sus usuarios, respetarlos durante su traslado y escucharlos después. Ahora se enfrenta a la popularidad del nuevo gobierno. Digamos que tras el beneficio que tiene el ser algo escandaloso y disruptor, vino la calma de aceptar un acuerdo y, con esa paz, la triste realidad de que las cosas se dan por hecho. El acuerdo con la administración anterior tenía algunas zonas grises: un fideicomiso privado que no compartía sus cifras, números que luego compartía cada empresa, pero hablaba más del volumen de operación entre competidores que beneficios a la ciudadanía y nuevamente la esperanza del cumplimiento.
El gran reto para que continúen creciendo estas plataformas no está tanto en la regulación, sino en la opción de seguir penetrando el mercado. Cuando digo estas plataformas es importante resaltar que no son solo esa comisión que se llevan, también son esos empleos que generan y ahí está parte de la fricción que se vive con el nuevo gobierno y las modificaciones a la Ley de Movilidad de la Ciudad de México buscando promover un piso parejo y erradicar la corrupción. Lo que más resalta de las modificaciones es el posible impacto negativo para los conductores de plataformas como Uber.
Respeto lo que han logrado en poco tiempo el equipo de planeación de @pedestre y @andreslajous pero en entre todo el #ruidoblanco alrededor de temas de movilidad hay dos cosas que me dejan con mal sabor de boca. Primero, la prohibición de pago en efectivo, o cualquier otro medio de prepago, en un país donde más del 50% no tiene una cuenta bancaria. Esto claramente restringe a los ciudadanos el
derecho de elegir el método que más les plazca a la hora de usar un transporte compartido. Segundo, la fijación de un valor de factura mínimo de 250 mil pesos, el cual negaría la opción de autoempleo y generación de ingresos extra, la espina dorsal de donde nació la plataforma, a 40 mil personas.
Puedes escribir los lineamientos pero la tecnología se mueve más rápido que el dictar reglas. Si puedo pagar un adeudo en una tiendita con efectivo, ¿por qué no precargar la app? Es ridículo tener una tarjeta de prepago, asociarla a Uber y pagar comisión extra al de en medio por cada viaje.