La vida de la República mexicana es arena de lucha permanente.

En la cultura romana de la arena deportiva -que implicaba también la disputa a muerte-, la sangre de los perdedores se vertía en la arena y la de quienes ganaban, conquistaban su destino en el espectáculo y en la gloria de las mentes.

¿Cómo saldrán las élites mexicanas de la arena política? ¿Alzadas en brazos, se saldrán por su propio pie o como personajes muertos?

La elección presidencial constitucional de julio de 2018 modificó radicalmente el tablero de los actores, los incentivos de participación y las reglas de la contienda, pero tal vez más importante aún, el papel que las élites quieren jugar, visiblemente, por el país.

Irónicamente, el proceso transformador presidencial del país puede generar una revolución social / política, que para su éxito requerirá de estabilización e institucionalización de sus fines y resultados, o eventualmente, un proceso de contrarrevolución desde la esfera de las élites mexicanas post régimen de AMLO.

Mientras el proyecto de nación presidencial busca avanzar en el desmantelamiento del régimen de privilegios e impunidades públicas / privadas, las élites mexicanas deben refrendar su conciencia y compromiso con el país por un nuevo modelo mexicano de sociedad y desarrollo. Es una paradoja nacional que debe resolverse en corto plazo y con perspectiva.

El método presidencial lópez obradorista de comunicación gravita cada vez más en la cotidianidad a través de políticas de contacto directo orientadas a los actores de la República, al interior de los núcleos sociales, laborales y familiares: despasma la tradicional indiferencia ciudadana sobre la vida pública.

Es un método de comunicación presidencial al que, sin embargo, las élites y los actores de la República no le han tomado la palabra, porque tal vez se asume, en la lógica del antiguo régimen, es sólo populismo autoritario.

En la realidad política, la libertad de prensa y la estructura incipiente de división de poderes y funcionalidad de contrapesos diseñados en la historia del país en las últimas décadas, van moldeando el tiempo y viabilidad de las decisiones y la profundidad de los cambios que impulsa la presidencia de AMLO; para quien, en su perspectiva revolucionaria del país, estilo personal de gobernar y por el legado cuestionable de crisis del sistema, le es imperativo gobernar a golpe de timón permanente.

Su conocimiento de la predecibilidad de diversos actores de la República y su capacidad mediática unilateral para trazar la agenda de prioridades públicas, ha hecho posible que el mandatario mexicano regule el alcance de los conflictos, realineamientos, resistencias y disidencias que ha generado la implementación de los proyectos en el marco de la 4T.

La lucha de poder en torno al destino del presupuesto público, la capacidad de reorientar estructuralmente el gasto público hacia programas sociales que lleguen a quienes más precariedades y apremios de pobreza, desigualdad e injusticia social padecen, implica un proceso republicano en el que la voz y experiencia de las élites mexicanas deben moldear.

Si los sectores y diversos segmentos sociales esperan respuestas, sin concesiones, a sus demandas inmediatas, las élites mexicanas no están exentas, como el gobierno mexicano, de responsabilidades en delinear sus prioridades y confluir visiones, estrategias y proyectos en beneficio del país.

El filósofo Séneca utilizó el juego de gladiadores como una metáfora de la vida: su frase “sine missione nascimur” (nacemos sin misión), puede significar que no podemos liberarnos del juego, la arena como destino.

Tal vez, parafraseando nuevamente al filósofo griego, puede empezarse entre actores de la República y las élites mexicanas, por un diálogo franco sobre lo innecesario en la arena del destino de la República -por caro-, para el país.

Uno de los elementos del poder, esbozados en el pensamiento de Elías Canetti, es el conocimiento del soberano del secreto de la no transfusión de sangre política a favor de los intereses de la República.

En política, la energía psico política es frágil. Es importante saber administrar la voluntad de las élites actuales y emergentes en todas las esferas.

No sólo implica un entrelazamiento de energías subjetivas /afines, sino entre quienes tienen proyectos de país y de visión global e intereses de corto plazo profundamente encontrados, saber reconfigurar voluntades y redireccionar inversiones a favor de la nación. Implica transfusión de sangre política, fuerza de voluntad y sistema de incentivos fiscales y a su vez, conmoción por lo social / experiencia del cambio social, que pasa -como afirmaba el poeta inglés Coleridge de la experiencia artística-, por la voluntad de dejar de suspender la incredulidad propia sobre el destino de la República.

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