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El olimpismo es claro: el deporte es un derecho humano y todo individuo tiene la posibilidad de practicar uno sin discriminación de ningún tipo. Por ello, en 1960 nacieron los Juegos Paralímpicos, la versión de los Olímpicos para atletas con discapacidades físicas, mentales o sensoriales.
Hace un mes, Pyeongchang daba una lección al mundo entero con la unión de las dos Coreas. No hubo impedimentos políticos entre estas dos naciones, que desfilaron bajo una misma bandera, lo que generó un precedente internacional. La discrepancia entre estas dos naciones, en temas políticos, no fue impedimento para unir a dos pueblos; sí, el olimpismo tiene esa magia, la magia que emana de su propia filosofía: promover la paz.
Con menos espectáculo y mucho menor difusión, se llevó a cabo la inauguración de la versión paralímpica de los Juegos Olímpicos de Pyeongchang, 15 días después de haber concluido la edición olímpica. Parece que las lecciones no trascendieron, no hubo IMAGINA como fondo musical, convocando a la unidad entre naciones, las Coreas han dejado de ser equipo, su unión fue flor de un día.
Cuando uno creía que el deporte podría unir y fortalecer los lazos de dos naciones con políticas tan diferentes, esto no perduró. Para la ceremonia de inauguración de los Juegos Paralímpicos de Pyeongchang, cada Corea salió bajo su propia bandera. No eran más un equipo. Su alianza deportiva terminó.
Y fue ahí, justo cuando se llevó a cabo la apertura de un nuevo ciclo paralímpico invernal, que se dio una nueva lección: nadie tiene como objetivo en este universo convertir utopías en realidades.
El número de atletas es menor, son menos los deportistas que aparecen para esta edición. Posiblemente, es por ello que pocos se han percatado que continuamos en ciclo olímpico, en este caso paralímpico. Probablemente sea tan poco trascendente para algunos, al punto que poca información generamos, al punto que dos naciones consideraron que sólo era prudente unirse bajo los reflectores que desprendieran más luz, para que cuando éstos se apagaran, nadie se diera cuenta que su unión deportiva, fue sólo flor de un día.