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La monumental figura de Winston Churchill no ha dejado de ser indagada a través del cine, de la literatura y del teatro. Su liderazgo durante la Segunda Guerra Mundial, su anticipación a las dimensiones del nazismo, su exquisitez y su capacidad de negociación política, además de su elocuente oratoria y escritura, que le valió el Premio Nobel de Literatura, lo hicieron una figura sin la cual no es posible pensar Gran Bretaña. (Muy probablemente el dilema del Brexit echa de menos una figura capaz de comunicar sus consecuencias buenas o malas, de hablar a los ingleses, así como al mundo, como Churchill.) Una de las maneras de encararlo, de conocerlo, de estar frente a un momento crítico de la historia es ocupar las butacas del Teatro Helénico, donde se presenta 3 días de mayo con un convincente Churchill interpretado por Sergio Zurita. Uno pensaría que estar en la oficina donde se reúne el gabinete de guerra y donde lo que prevalece es el diálogo entre Churchill y el resto de su equipo, cuando Francia acaba de anunciar que cesa la guerra contra Alemania e Italia está presionando para que Inglaterra también lo haga, podría resultar pesado. Pero la puesta en escena de la obra de Ben Brown, adaptada por Alberto Lomnitz y dirigida por Lorena Maza, es una estrategia de astucia y convencimiento para llegar a un acuerdo, una esgrima verbal con una actuación sobria y justa que no permite distracción alguna. El espectador sabe que Inglaterra no cederá, porque mayo de 1940 ha quedado atrás, pero quizás ignora lo que hay detrás de esa espectacular salida de los soldados ingleses de Dunkerque, donde los botes de particulares se sumaron al rescate de las vidas al límite de la muerte frente al Canal de la Mancha. Uno puede tener los datos gruesos de los hechos de guerra, pero pocas veces se tiene la oportunidad de hacer de los momentos críticos de decisión una experiencia viva como la que permite el teatro.
Es fascinante observar a un Churchill que no impone su resolución de seguir en la guerra contra Alemania, inquirir con su gabinete qué piensa cada uno, con el ministro de Guerra las maneras de salir de Francia con el menor costo de vidas posible, para lograr consenso. Verlo moverse contra el tiempo, pues ha dicho que tendrá la respuesta para los franceses en tres días, mientras su secretario encara al público y da un resumen de los hechos que permiten ver la situación global, va elevando la tensión dramática de lo que debe decidirse entre cinco personas: Lord Halifax y Neville Chamberlain (ex primer ministro), del Partido Conservador, inclinados al cese de la guerra, Clement Attlee y Arthur Greenwood, del Partido Laborista, a favor de ella. Puertas se abren y se cierran, el día da lugar a la noche y en cada una de esas tres sesiones las posturas se distancian. Churchill tendrá que convencer en lo individual a sus opositores de que los necesita con él, sombrero y bastón en mano, caminata fuera de aquel gabinete en la calle Downing en Londres. Un ajedrez de astucia política y de las capacidades deslumbrantes de Churchill, cuya personalidad ocupa el escenario entero entre bocanadas de puros Romeo y Julieta, su figura regordeta, su particular tono de voz y los movimientos que denotan su pasión y su inteligencia, se despliega frente a nosotros. Pocas veces podemos ser voyeristas de lo que sucede a puerta cerrada, como lo propone y lo permite esta producción de la Sociedad Artística Sinaloense que presenta nuevamente en la Ciudad de México 3 días de mayo, que ha tenido muy buena aceptación desde su estreno en 2016 y en sus presentaciones en varios puntos de México.
El teatro es siempre una aventura de los sentidos y del intelecto, su esencia de arte vivo apela a nuestro asombro. Desde que nos sentamos en la butaca y espiamos el programa, qué actores son, quién dirige, ya hemos echado a andar nuestra exigencia: queremos que nos robe de nosotros mismos, nos lleve a otro lado y nos convenza con todos los elementos implicados: parlamentos, estructura, escenografía, ritmo, dirección, actuación, etc, de que estamos frente a una verdad. Durante hora y media somos testigos de un momento que pudo haber cambiado el curso de nuestro presente. Es la magia del teatro: 3 días en mayo lo logra.