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Preguntaba Gerardo Velázquez de León, en su columna “Las vísceras de los directivos mexicanos”, si la reducida cantidad de técnicos despedidos en este torneo (dos hasta la fecha, ambos del Atlas) se debía a la sensatez directiva o era mera casualidad.
Yo diría que ninguna de las dos. Simple conveniencia, comodidad y codera económica. Ahí les voy.
Hay que recordar que, terminando este torneo, los equipos de la Primera División recibirán un periodo de gracia para no descender, lo que implica que sólo cuatro equipos peligren seriamente. El caso de Atlas está explicado con las cabezas que cortaron y la nula capacidad directiva del equipo.
Lobos BUAP no podría tener a nadie mejor en el cargo. Rafa Puente está adaptado y goza del profundo respeto y confianza de sus dirigidos; y, siendo bien honestos, el plantel no da para mucho más.
Veracruz es el más serio de los candidatos, arrastrando varios torneos lamentables a nivel gerencial. Memo Vázquez aceptó el reto, sabiendo que era misión casi imposible y —en honor a la verdad— este equipo merecería mejor suerte, así que no hay razones de peso para despedirlo. Hacerlo sólo implicaría mayor descontrol y el pago correspondiente, que es precisamente lo que no quiere hacer el dueño: perder más dinero. Y repito, el equipo y su afición merecerían más, no así su propietario.
Querétaro es un “pan sin sal”. Un equipo que transmite poco y que apuesta más a lo que dejen de hacer Lobos, Veracruz y el propio Atlas, para ser de los beneficiados de la nueva regla.
Para arriba, no mucho por cierto, está Cruz Azul, con un Pedro Caixinha que —en términos generales— queda a deber, pero bueno, estamos hablando de Cruz Azul, con lo que esto implica.
Con todo y su inestabilidad futbolística, Pachuca y León están a dos puntos de la zona de clasificación, así que mover al entrenador en este momento no resulta una buena idea, en lo deportivo ni en lo económico.
Pumas goza del gran colchón de inicio de campaña y Rodrigo Ares de Parga sabe perfectamente que correr a estas alturas a David Patiño evidenciaría aún más su gestión como mandamás, de tal forma que prefiere esperar.
Guadalajara es la excepción. Jorge Vergara se hartó de pagar cláusulas de rescisión, además de encontrar en Matías Almeyda al hombre de futbol que necesitaba.
Y claro, tiene derecho de ajustar algunas piezas en el camino, pero si algo hemos de reconocerle a Vergara es que dejó de ser el hombre de los arrebatos y berrinches. Dirige, delega y aprende, lo que hace un empresario exitoso, como lo es él precisamente.
Así que ni sensatez ni casualidad... La nueva regla lo cambió todo.