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En marzo pasado, Wilbur Ross, secretario de Comercio de EU declaró que “uno de los problemas con el TLCAN es que el salario mínimo en México no ha subido tan rápido como debería” lo que considera una ventaja injusta que favorece a los exportadores mexicanos y explica el creciente déficit comercial bilateral como la pérdida de empleos en la manufactura en su país.
Buscar elevar el salario mínimo en Norteamérica puede ser un objetivo deseable, sin embargo, pretender lograrlo en una negociación comercial no sólo parece poco viable sino que agrega un grado de dificultad a un ya de por si complejo proceso por diversas razones.
Canadá, EU y México tenemos cada uno leyes que regulan el salario mínimo pero éste no es el mismo a nivel nacional pues varía por estado o provincia y según la actividad. Esperar que cada país cumpla con su legislación en la materia es una forma de asegurar mercados laborales regulados y competitivos así como una práctica crecientemente aceptada en los acuerdos comerciales negociados en el pasado reciente.
La experiencia nos dice que en la Unión Europea (UE), el mejor y más acabado proceso de integración comercial hasta ahora, los salarios mínimos se definen a nivel de cada Estado miembro; de hecho, 6 de los 28 EM no cuentan con un salario mínimo legal (Austria, Chipre, Dinamarca, Finlandia, Italia y Suecia). La UE ha implementado políticas de cohesión social que buscan, entre otras cosas, reducir desigualdades entre sus ciudadanos mediante la creación de empleo y el crecimiento económico; su énfasis no ha estado en la armonización de un salario mínimo.
Es cierto que una de las ventajas competitivas de México en el TLCAN y en el comercio internacional ha sido precisamente una mano de obra barata. Los salarios en México son aproximadamente 30% de lo que representan en Canadá y 25% de los de EU. Específicamente en el sector de ensamble de vehículos, el diferencial de salarios en México puede llegar a ser de 1 a 5 frente a los salarios en Canadá o en EU (Center for Automotive Research 2016). Ello, por supuesto que es motivo de preocupación y debe motivarnos a desarrollar políticas que mitiguen esa brecha.
Sin embargo, el diagnóstico a partir del cual parece partir la Administración Trump de que los bajos salarios en México ofrecen una injusta ventaja a las exportaciones mexicanas y ello ha contribuido a detonar el déficit comercial debe de tomarse con sumo cuidado. Si aceptamos dicha premisa de que un bajo salario ofrece una injusta ventaja en los costos de producción de uno de los socios, la discusión podría ampliarse a otros factores o insumos productivos que también inciden sobre las decisiones de inversión de productores y exportadores. Pensemos, por ejemplo, en el diferencial en el precio de insumos clave para la producción como la electricidad cuyo precio es entre 5% y 10% más elevado en México que en EEUU o el de la gasolina que, aunque varía, podría ser 30% más bajo en EU que en México. No se diga si incluimos el costo del dinero que es menor en EU que en el mercado nacional para créditos al sector privado. Si sumamos esos diferenciales podríamos también estar hablando de que México, en realidad, está en desventaja frente a sus competidores en EU pues los costos para operar en México son más altos que los de sus socios al norte. Una discusión de esta naturaleza seguramente frustraría el esfuerzo de modernización del TLCAN.
Aunque el objetivo de incrementar los salarios es, sin duda alguna, un pendiente del desarrollo mexicano y un tema que merece prioridad en la agenda económica y social de México, en la negociación del TLCAN éste parece un objetivo tan inalcanzable como el buscar reducir el déficit comercial o el devolver los empleos en la manufactura en EU. Introducir medidas artificiales de homogenización para armonizar el salario hacia arriba crearía una distorsión en detrimento de la competitividad de la región. Más aún el diagnóstico de que el bajo salario en México es la razón de la pérdida de empleos manufactureros en EEUU no se sostiene pues de ser ése el caso, la tasa de desempleo en EU sería elevadísima, contraria al 4.3% (mayo de 2017) de prácticamente pleno empleo, y los 12 millones de empleos en la manufactura de EU estarían en México o en países con salarios incluso más bajos.
Directora, LMMConsulting
Profesora afiliada en la División de Estudios Internacionales del CIDE
twitter: @luzmdelamora
@lmmconsultingmx