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El primer encuentro de un mandatario con Andrés Manuel López Obrador le tocó a Jimmy Morales, presidente de Guatemala. El símbolo detrás del encuentro causa una trascendencia histórica, un parteaguas en cuanto a la política exterior de los últimos años.
Estamos acostumbrados a mirar hacia el norte, a mirar hacia el desarrollo, a priorizar a los “hermanos mayores”, quizá porque en el fondo queremos vernos en su reflejo, queremos ser del club del primer mundo, una potencia, y en el afán nos olvidamos de que el mundo abarca mucho más que Washington y los grandes capitales.
Ayer hablé con el futuro canciller, Marcelo Ebrard, previo al encuentro con embajadores de América Latina. Hay que ver hacia el sur, me dijo, porque la diplomacia va también más allá de los acuerdos comerciales.
Y es que la praxis contemporánea, impuesta desde una visión particular del mundo, nos ha obligado al desdén de la afinidad cultural entre naciones, que crea lazos de fortaleza regional, sobre la priorización del mercado como medio y fin único.
Hubo un tiempo, no hace tanto, en que la diplomacia mexicana tenía un rol importante en el juego latinoamericano, tal vez nunca fue un gran negocio, el comercio con el sur podría haber sido, como lo es hoy, totalmente marginal, pero existía una hermandad, evidentemente dicho esto con todos los bemoles del caso.
Por eso es que el humilde encuentro entre López Obrador y Morales abre un camino diferente en cuanto al entendimiento diplomático entre las naciones, se pondera el entendimiento de las realidades de nuestros hermanos en el sur y se apuesta por tender la mano para generar un crecimiento “entre todos”.
Quedan, empero, aristas escabrosas y complejas dada la ideología del nuevo gobierno: ¿qué hacemos con Venezuela?, ¿qué hacemos con Nicaragua?, ¿qué pasa con los gobiernos antidemocráticos de la región?, ¿guardamos silencio?, ¿vemos hacia otro lado?, ¿establecemos posicionamientos severos y tomamos partido activo en el mapa?
La clave, quizá, radique justamente en el tema fundamental de la máxima diplomacia, del juego estratégico, del tejido fino: un discurso de respeto pero con posiciones fraternas hacia los pueblos más allá de la opinión de sus gobiernos.
El pueblo, la gente, lo humano sobre lo político e ideológico, una línea extremadamente fina que el nuevo gobierno, particularmente el nuevo canciller, tendrá que delinear en cuanto al papel de México en el mundo.
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, deberá seguir vigente en la aldea global… Ahí el gran reto.
DE COLOFÓN.— Vicente Carrillo, el Ingeniero, portaba una licencia federal de conductor bajo el nombre de Andrés Favela Vega, que le fue otorgada en julio de este año por la SCT del gobierno federal. En la esquina superior izquierda aparece el logo de “Mover a México” y se puede leer una CURP que, claramente, suplanta una identidad. La imagen está disponible en mi Facebook y Twitter @luiscardenasmx.
En corto, fuentes cercanas señalan que la noticia se filtró a los medios con el objetivo de golpear al ex director del Estado Mayor de la Policía Capitalina, quien ya no ocupaba el puesto al momento del escándalo. Salió mal la jugada.