Parece increíble, pero lo que conocemos hoy como los sitios arqueológicos con ruinas mayas en la Península de Yucatán y Centroamérica, eran desconocidos hasta el año de 1839 cuando fueron descubiertos por dos viajeros exploradores, extraños a estas tierras. Uno era un diplomático americano de nombre John L. Stephens y el otro era un arquitecto inglés de nombre Frederick Catherwood. Ambos vinieron específicamente para explorar y corroborar algunas historias que habían escuchado sobre que había ciudades perdidas de civilizaciones anteriores.

Es gracias a sus investigaciones que se dice que el principio de la Arqueología Americana comenzó después de que publicaron sus memorias de viaje: con los escritos de Stephens y los dibujos hechos in situ de Catherwood, una edición en dos tomos que lleva por título “Incidents of Travel in Central America, Chiapas y Yucatan”; al respecto Edgar Allan Poe comentó en su momento que “quizá era el libro más interesante de viajes publicado”.

Los viajeros son descubridores de mundos
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A esta historia hace referencia el libro “Jungle of Stone” de William Carlsen, en el que relata con detalle los infortunios, penurias y gozos de estos dos exploradores, quienes descubrieron las ruinas de Copán en Honduras, para después, en un segundo viaje, descubrir Tulum, Calakmul y terminar en la maravilla del mundo: Chichén-Itzá.

Me fascinó el libro de Carlsen por el detalle en muchos de los capítulos, de lo difícil que era llegar a las ruinas, tanto por el calor húmedo del bosque tropical como por la cantidad de mosquitos y garrapatas que no les dejaba dormir, así como por las intensas lluvias y el bosque impenetrable que se traga todo. Tan es así, que por muchas decenas de años no se supo de estos lugares arqueológicos.

En su momento, estas ciudades tuvieron que haber sido imponentes y muy bellas, con una arquitectura particular, que tardaron en hacerse millones de horas hombre con técnicas sofisticadas, con las representaciones de todas sus deidades. Muchas en bajo relieve, otras en estelas de piedra talladas con gran maestría de grandes dimensiones y algunos restos de pintura que llegaron a ver estos viajeros.

Los viajeros son descubridores de mundos
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Estas ciudades estuvieron más pobladas que muchas de la época en Europa.

El autor de “Jungle of Stone” viajó los mismos 2,000 kms que Stephens y Catherwood en su época. No es poca cosa, incluso ahora. Hay que imaginar y tomar en cuenta los elementos con los que se contaba para viajar en esos años.

Así, estos dos viajeros visitaron tierras de Yucatán dos veces, además de sus viajes a Europa y a Oriente, para volver cada uno por su lado a diferentes lugares del Caribe y Centroamérica. En especial Panamá, en donde presenciaron los principios de lo que iba a ser el tren que uniría el Atlántico y el Pacífico y en el que Stephens tenía una participación grande en el proyecto.

Stephens fue un gran emprendedor que, además de dedicar tiempo a todos sus viajes, mantenía buena comunicación con otros grandes personajes de la época, entre ellos William H. Prescott quien escribió “Historia de la Conquista de México” sin pisar nunca nuestro país. Otro de los conocidos de Stephens fue Alexander von Humboldt, el explorador, científico, geógrafo, astrónomo, humanista y naturalista más importante del siglo XIX a la fecha, para platicar acerca de los viajes de ambos. Para ello viajó a Alemania, en un barco que hacía el viaje, por primera vez, de una compañía de la que él era socio y aprovechó para ir a buscarle y encontrarle.

“Jungle of Stone” es una lectura muy recomendable ya que además trae muchos grabados de personajes de la época y algunas de las litografías fabulosas de Catherwood.

Los viajeros son descubridores de mundos
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En materia de coleccionismo, que es lo que confiere a esta columna editorial, hay que comentar que del libro de viajeros “Incidents of Travel in Central America, Chiapas y Yucatan” hay una gran cantidad de ediciones de época. Fue un libro muy buscado y popular con muchas reimpresiones (hasta la fecha), también de Catherwood hay litografías que publicó en Londres, en tamaño grande y que llegan a tener mucho valor.

Qué decir de los libros de Humboldt, de los que hay ediciones y reediciones, así como de la “Historia de la Conquista de México” de Prescott, sumamente codiciados por los coleccionistas más conocedores.

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