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Ex director de Discos Antídoto, autor de varios libros de música y músico de la agrupación Botellita de Jerez en activo, además de que ha sido participante de varios proyectos, Rafael (El Señor) González, agrega en este segundo volumen de 60 años de rock mexicano, 506 páginas a las 475 del volumen inicial en su búsqueda de la historia de nuestro rock, que abarca el periodo de los años 1980 a 1989 entre la historia, las crónicas y las vicisitudes por las que han pasado grupos y solistas.
Esta vez el libro fue editado por Ediciones B, ahora bajo la férula de Penguin Random House, cuyas “chicas superpoderosas expertas en medios” no saben cómo se mueve el rock mexicano, y menos en un libro, razón por la que el propio González se ha dado a la tarea de promover este compendio en donde, según los expertos y resentidos de siempre, no son todos los que están, ni están todos los que son.
Como por lo general siempre sucede con este tipo de libros que, se supone, deben servir como consulta y muchas veces obligada referencia de nuestro rock, pasan por la apreciación del autor, la información requerida para contextualizar el asunto, la investigación en cada caso y las referencias citadas o no textualmente.
A muchos que tan sólo por el hecho de poder googlear cualquier cosa (consultando las dos o tres primeras cosas que aparecen en Internet) ya se sienten periodistas de medios electrónicos y expertos en discos fundamentales, el libro les valdrá.
Sin embargo, para otros será de alguna manera referencia obligada para investigaciones posteriores.
Obviamente hay cosas
(historias, anécdotas, interpretaciones y otras búsquedas) que, en algunos casos de nombres
altisonantes, pudieron haber merecido una búsqueda más
a profundidad.
Pero aquí es cosa del autor ponerlas en la balanza, aunque a algunos les parezcan con más importancia de la que les dispensa el compilador, y vaya que hay cosas que se debieron haber aclarado, al margen de la calidad de los textos y entrevistas, lo mismo que a las conversaciones y asesorías.
Dentro de un cartabón que parte del artista, el género, su parte en la historia, discografía y colaboraciones, da la impresión en algunos casos que faltó sustancia y, a pesar de que la lista es larga, se dejaron algunos cabos sueltos.
Algunos de los más obvios como sabrosos, serían:
¿Por qué no querían que Jaime López cantara sus canciones en WEA? ¿A quién le fueron a llorar los Caifanes a Sony, para que les devolvieran una carta de intención que firmaron, antes de su boom en BMG? ¿Cuáles son las canciones inéditas de Rockdrigo, y por qué no salen? ¿Cuál es la alineación y voces cantantes en “El rock del difunto”? ¿Por qué a Marcovich se le olvida la desastrosa mini gira a España, en 1991?
¿Qué burócrata disquero de medio pelo nunca informó de la mini gira que Maldita Vecindad hizo en Londres, alternando nada más y nada menos que con The Kinks en el Show de Jools Holland? ¿Cuál era el teje y maneje de Luis de Llano, cuando tenía en sus manos al rock
mexicano?
Como en muchos otros libros de rock nacional, se habla muy poco o nada de los productores y las discográficas.
Aún así, el libro tiene lo suyo, y vale la pena.
pepenavar60@gmail.com