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Es una lástima que el carismático y escurridizo, Ted Bundy, uno de los más infames asesinos en serie de que se tenga memoria criminal, ya no esté en este mundo para ver el resultado final de lo que le propuso en vida a dos periodistas (narrar su vida para redimir sus asesinatos), que esta semana estrena Netflix con una miniserie de cuatro capítulos sobre el que vivió en el corredor de la muerte de una prisión de Florida y que finalmente acabó frito en la silla eléctrica.
El responsable de los episodios: “Apuesto demonio”, “Uno de nosotros”, “No me toca verlo” y “Arde, Bundy, arde”, basados en las historias que Ted le contó a los periodistas en prisión, y que éstos registraron en docenas de casetes, es el investigador y documentalista Joe Berlinger, que se inició en el cine con los hermanos Maysles, y que es responsable de muchos documentales de asesinos y rocanrol como la trilogía de Paradise Lost (Asesinato en Robin Hood Hills, Revelaciones y Purgatorio), Whitey, sobre el gánster James Bulger, Cold Blooded (sobre los asesinatos de la familia Cuttler, que Truman Capote capituló en A sangre fría), Metallica: some kind of monster” y, antes de esta miniserie: Extremely wicked, Shocking evil and vile, crónica sobre los asesinatos de Bundy, basados en la perspectiva de la amiga de Ted, Elizbeth Kloepfer, que siempre le dio su voto de confianza al asesino.
El armado de la miniserie de casi cuatro horas analiza las andanzas de Bundy en los años 70, en que se cargó a más de dos docenas de chicas, con base en entrevistas actuales, imágenes de archivo y cintas de grabación de audio de los nefastos tiempos de Ted, y claro: con las propias palabras del asesino, del que solo logró escapar una mujer. Las fugas casi de película como las atrocidades criminales que también protagonizó en varios estados americanos salen a la luz y desembocan en el circo mediático que fue su juicio.
Ni Charles Manson, el jefe de la familia que aterrorizó Los Ángeles (a quien erróneamente se le señala como un asesino en serie), ni el payaso del averno, John Wayne Gacy, que tenía su propia carpa mortuoria privada en el sótano de su casa; ni el Carnicero de Milwaukee, Jeffrey Dahmer, que refrigeraba lo que mataba y luego lo cocinaba para degustarlo, han tenido la suerte bárbara del envolvente y cautivador Bundy para trascender en el top de tops del asesinato en serie con un récord envidiable.
Su Guinness particular registra 36 mujeres asesinadas entre 1974 y 1977 (aunque algunos investigadores piensan que hubo más), en Seattle, Colorado, Florida e Idaho… Tuvo dos fugas de prisión, dos libros sobre su vida loca de asesino, una película: Deliberadamente extraño” y luego otra Un extraño a mi lado, que escribió una amiga conocida de Bundy. Bueno, ni su única novia: Stephanie Brooks, proveniente de una familia rica de San Francisco, quiso meter las manos al fuego por él, ni hablar sobre su gira de la muerte por territorio estadounidense que lo llevó a 11 años de juicio.
Apuesto, caballeroso, abogado, buen actor de su vida y conductor de un vocho de la muerte, en un último intento por no ser electrocutado confesó dónde estaban muchos cuerpos que le achacaban en asesinatos que siempre negó, pero ni así evitó la freidora y el 24 de enero de 1989, pasó a peor vida por matar a estudiantes blancas, atractivas y de pelo negro, como quien fue por poco tiempo su novia.
Esta semana se cumplieron 30 años de su muerte, de ahí el lanzamiento de la miniserie.