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Anómalo, inesperado, bizarro, monstruoso, alucinante, raro, extravagante, espectáculo de fenómenos y desmadre sin límites, el cine freak es ese reducto a donde van a parar muchas películas —la mayoría independientes— que no les dan posada en las cadenas de la distribución cinematográfica. Muchas de ellas tampoco tienen cabida en la cineteca, por lo que tienen que buscar un refugio independiente en algunos cine clubs y otros espacios alternativos para su exhibición.
Este cine helado de riguroso flipeo, maniático, extraño, fanático y friki, pulula en muchos videos de marca, incluso con el prestigio de importantes sellos con distribución mundial y asistencia a grandes festivales de cine, que no necesariamente tienen que ser Sitges, por citar un ejemplo resonante de la especialidad, ni el vitoreado The Rocky horror picture show.
Muchos de sus títulos más emblemáticos parecen hoy —al paso del tiempo— inamovibles dentro de la memoria cinematográfica de fans que siguen teniendo películas como The Driller killer, de Abel Ferrara; Plan nueve del espacio exterior, de Ed Wood; Seven, de David Fincher; Freaks, de Tod Browning; The Thing, de John Carpenter; Taxi driver, de Martin Scorsese; Them!, Gordon Douglas; ·El Hombre Increíble, de Jack Arnold; Blood Simple, de los hermanos Cohen, cuya reciente cinta, La balada de Buster Scruggs, es un nuevo título freak para un western casi musical.
A la lista podrían sumarse ejemplos de directores famosos como Stanley Kubrick (2001, Dr. Insólito…), Terence Fisher (El Padre de la Hammer Films, con todas las versiones revisadas y reinventadas de Frankenstein, Drácula, La Momia, El Hombre Lobo…), Mario Bava (La Máscara del demonio), George Pal (La máquina del tiempo), Richard Brooks (A sangre fría), Sam Peckinpah ( La pandilla salvaje), Steven Spielberg (Duelo), Joseph L. Mankiewicz (Sleuth), Francis Ford Coppola (Apocalypse now)
Más recientemente los ejemplos de cine freak se antojan ineludibles para los buscadores de rarezas con títulos como: Chuck Norris vs. el comunismo, una cinta rumana de Ilinca Calugareanu, de 2014, que es un thriller acerca de la magia cinematográfica y el impacto cultural hollywoodense. ¿México podría quedarse fuera del impacto de lo freak? De ningún modo, por eso los ejemplos abundan con cintas que tienen lo suyo,
a pesar de la lucha de pantallas.
Películas como El hombre que vio demasiado, de Trisha Ziff, impacta con la vida del esteta en muerte, Enrique Metinides, el fotoperiodista que desde niño tuvo encuentros cercanos con las imágenes freaks que lo volvieron un referente de culto con el sensacionalismo de sus míticas fotos en el diario La Prensa.
Otro ejemplo es el magnífico documental de Everardo González, sobre las leyendas criminales del artegio: los ladrones, como El Carrizos, que llegaron a robar la casa del mismísimo presidente de México (López Portillo) sin, desde luego, regresar lo robado.
En el sentido freak de la nota roja, hoy tristemente desaparecida de la prensa nacional, ha llegado el video, de muchos casos tristemente célebres, transferidos de los viejos Betas y VHS, a DVD, dando lugar a reliquias del videohome. Miguel Marte, el último héroe de la especialidad, prácticamente ha acaparado el filón con películas como Se chingaron al candidato Coloso, La Mataviejitas, El Asesino de Cumbres, El Pozolero y todo lo que tenga que ver con la sangre que alegraba la nota roja. Hay que verlos para creerlos.