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Del mismo modo que ha hecho historia cinematográfica de salvajismo como en Malas calles, apología de la violencia mafiosa como en Casino; intimidación y crimen como Cabo de miedo y Goodfellas, “Pandillerismo desbocado como en Pandillas de Nueva York, y la gandayez de Infiltrados, Martin Scorsese se ha metido también en el rock.
Son famosas sus historias reales de La Banda (El último vals) y Los Rolling Shine a light). Sin embargo, los rockumentales sobre el legendario Bob Dylan (No direction home y el más reciente: Rolling thunder: a Bob Dylan story by Martin Scorsese), no tienen parangón en el mundillo frívolo del rocanrol. Las más de dos horas y medio de este último son la cristalización del ensayo general que supuso en su momento el No direction home, de 2005.
El material sobresaliente de este último es el resultado de la búsqueda de imágenes inéditas. Sin embargo, al lado del Rolling thunder, recién estrenado por Netflix, palidece por su extraordinaria compilación de retratos de las figuras que lo acompañaron en el tour que comenzó en 1975 para terminar un año después con un personal entrañable y decisivo en la historia del rock.
Acompañando a un Dylan maquillado con una variación de kabuki tan peculiar en grupos como Kiss (que, de hecho, aparece Gene Simons en su época de pobre diablo), figuran celebridades como Joan Báez, T-Bone Burnet y el Araña de Marte, guitarrista y segunda voz en el más célebre grupo de David Bowie: Mick Ronson: Spiders From Mars. Muy probablemente se trate del mejor rockumental, homenaje y búsqueda incesante del Bob Dylan rescatado por Scorsese.
La improvisación juega un rol con demasiada importancia para lo que se dice o se canta en el momento, y es ahí donde se hacen esenciales los libros editados aquí por Malpaso, fantásticos en sus juegos de palabras y decisivos para entender su momento en la costa oeste del territorio estadounidense con sus gurús esenciales como Allen Ginsberg y músicos fundamentales como Robbie Robertson, Scarlet Ribera y Roger McGuinn, interpretando con el del sombrero colmado de flores, con mentiras verdaderas a cargo de Sharon Stone.
Ya Dylan ni se acuerda de lo que fue verdad o mentira, pero ahí está el cine, el rockumental, para recordárselos a sus fans. Más allá de premios y reconocimientos, música y letra de fulminante impacto del también activista, político y poeta de sus tiempos. Pero hay algo más en el rocku que da en el alma crepuscular: la aparición de una nueva caja con 14 discos de ese periodo de canciones que no podrían entender los millennials.
Una cosa queda clara: los años 70 fueron la mejor expresión contestataria del rock, en el ámbito propositivo de letras que decían muchas cosas en diversos contextos, no como ahora, que se hace la peor basura musical que tiene alineada a una industria rapaz y mercenaria, al servicio de la estulticia, la payasada que vende basura y géneros volátiles.
En sus discos más cotizados está la edición en vinil: el volumen 5 de la serie Bootleg lanzada en 1975, en sus versiones americana y japonesa. Obvio, la tiene en exclusiva el que en su poder tiene más de 150 mil discos… repartidos en cinco casas. No, si tonto no es.
pepenavar60@gmail.com