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El recuento de los daños de “nuestro Woodstock”, según Ricardo Ochoa, que en medio de la euforia y la emoción le pidió a los ahí reunidos en Valle de Bravo el 11 de septiembre de 1971, que cantaran o que chingaran a su madre, arrojó un saldo de interrogantes que hasta hoy perduran. Sin embargo, fuera del hecho histórico de nuestro rock que congregó a una muchedumbre en la que nadie se pone de acuerdo, permanecen las mismas cuestiones y muy pocas se han aclarado.
En una sesión de preguntas y respuestas conforme al sentido común del rock mexicano, confinado después del Festival de Rock y (sin) Ruedas, al sudor de los hoyos fonquis en la peor castigada (nuevamente según Ochoa) que recibió el movimiento y que casi lo confinó al olvido por 11 años. Ricardo, no sólo buen músico y productor, y mejor recordador, como muchos, se siguen haciendo las mismas preguntas claves, aceptando las respuestas con resignación y buen humor.
¿Dónde quedaron las cintas grabadas por Luis de Llano para Telesistema Mexicano? (seguro permanecen bajo su cama, aunque hay quien afirma que se quemaron en una bodega de Tijuana) ¿Cuál fue el peso específico de cada uno de los organizadores? (al respecto desde hace mucho ya se deslindaron las responsabilidades que tuvieron Eduardo y Adolfo López Negrete, Justino Compeán y Luis de Llano) ¿Cuál fue el papel de Armando Molina en la selección de los grupos y el dinero que se tuvo en ese momento y que se multiplicó como los peces?
Lo anterior como las mentiras que hicieron pasar por verdaderas, y que terminaron en verdaderas mentiras, como la disque organización del festival que se adjudicó no una sino varias veces, Jaime Almeida (con look a lo Joan Sebastián, e ignorando olímpicamente nuestra historia del rock) solapado por De Llano y su director de cámaras, Carlos Alazraki, podrían esclarecer el momento a la distancia del tiempo. Pero, lo que sin duda lo refresca y trae a la memoria colectiva son las imágenes de sus documentales, con mucho material filmado entre el 11 y 12 de septiembre del 71, con firmas que lo avalan e imágenes salidas de quien sabe dónde.
El mejor recurrente del festival son (o deben ser, históricamente) los trabajos de memoria fílmica realizados por Alfredo Gurrola, en Avándaro (1971) en súper 8, con la colaboración de Héctor Avadie, Sergio García y David Celestinos, que se centran más en el paisaje después de la batalla de las bandas. Avándaro 20 años después, del Colectivo Tres Tristes Tigres, profundiza y pone en contexto un fenómeno que no les tocó vivir, en el mismo lugar de los hechos al paso del tiempo con imágenes y músicos clave: Armando Molina, Ricardo Ochoa, Armando Nava y periodistas roqueros reconocidos.
Los Tigres harían después una nueva versión corregida y aumentada (1996), con cosas que se querían guardar Molina y Alex Lora. In Memoriam, de Once TV (2003), fue el último zarpazo de la triple T, con increíble pietaje fílmico. Y todavía se puede conseguir en el mercado negro: Festival de Rock de Avándaro (2004) de Al Ángel Laraloz. Permisos, concierto, satanización, bandas y demás… todo en imágenes.
Por increíble que pueda parecer, sólo una persona (Armando Molina), mantiene el ritual de recordatorio y reunión de estrellas que fueron y otras que no llegaron a Avándaro, pero que estuvieron cerca del mítico evento.