Para no rendirse hay que recurrir en ocasiones a ciertas formas de la fe.
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Estamos en donde desde siempre debimos haber estado.
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Como en el resto de las especies —los delfines y las abejas son un buen ejemplo—, habría que suponer que la telepatía y la sincronicidad son meramente manifestaciones de un mismo principio universal de integración.
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En una relación amorosa siempre habría que dejar abierta más de una puerta.
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Aunque no lo escuchemos ni comprendamos, si Dios es Amor este mundo no es sino su vibración.
