“Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública”, escribió Carlos Urzúa en su renuncia a la Secretaría de Hacienda. Es claro que una de esas imposiciones es la de la titular del SAT, Margarita Ríos-Farjat.

Acorralado durante la mañanera, el presidente señaló que fue suya la idea de nombrarla. Lo cierto es que esta funcionaria, de origen neoleonés, trabajó para la Universidad Metropolitana de Monterrey, propiedad de Romo, y fue él quien la incorporó a los trabajos de elaboración del Proyecto Alternativo de Nación.

Urzúa no miente al acusar su falta de experiencia. Más allá de haber cursado una maestría en Derecho Fiscal, Ríos-Farjat no reúne el perfil necesario para estar al frente del SAT. Tan no lo hace que fue necesario modificar la ley, donde se establecía que para ocupar la titularidad de ese órgano era necesario “haber desempeñado cargos de alto nivel decisorio, cuyo ejercicio requiera conocimientos y experiencia en las materias fiscal y aduanera”.

La hoy titular del SAT no reúne ninguna experiencia de ese tipo. Lo más que presume su curriculum es haber trabajado para el Poder Judicial, además de laborar de forma independiente para diferentes firmas de abogados y ser editorialista de El Norte.

Los resultados de subestimar la falta de experiencia –uno de los mayores defectos de la 4T– saltan a la vista. En lugar de abocarse fundamentalmente a promover políticas para incrementar la recaudación, combatir la evasión y que más gente pague impuestos, su actuación se ha centrado en impulsar medidas erráticas, de muy escaso efecto. Incluso ha sido omisa frente al grave problema por el que atraviesan las aduanas.

Más allá de la idoneidad de su perfil, Ríos-Farjat tampoco parece compartir los valores de la 4T que el presidente ha hecho suyos a través de su conducta pública.

Según relatan varios funcionarios, la jefa del SAT hace gestiones de carácter fiscal a legisladores, a quienes da trato preferencial, y gasta muchas horas en reuniones con grupos empresariales que ella misma hace públicos. En su cuenta de Twitter es posible ver que se ha reunido con Kia Motors, Concamin, el Consejo Regulador de Tequila, la Caintra, la Cámara de Industria de Vinos y Licores, el Consejo Coordinador Empresarial, la Coparmex, Consejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo, Santander o la Asociación de Bancos de México. ¿Qué tiene que hacer la encargada de hacer cumplir la legislación tributaria en reuniones de ese tipo? ¿Será que comprende a cabalidad la naturaleza de sus funciones?

Cuentan que la titular del SAT despacha en la Ciudad de México solo unos cuantos días de la semana, en un espacio en el que ha ordenado que todos los días se coloquen gran cantidad de flores con cargo al erario. Los jueves viaja a Monterrey y sus semanas de trabajo formal a veces solo son de tres días, caso similar al de Eugenio Nájera, según documentó Salvador Camarena.

Para hacer más cómodas sus frecuentes “escapadas”, Ríos Farjat no sigue el ejemplo del presidente que hace fila como cualquier ciudadano para tomar un avión. Utiliza una identificación que le permite acceder directamente, de la mano de una avanzada que siempre está ahí para facilitarle las cosas. Cuentan que en una ocasión se empeñó en abordar con una botella de vino y terminó saliéndose con la suya. En algún lugar debe existir una norma que dice que esa molesta regla de los 100 mililitros no aplica a quien tiene el poder de recaudar impuestos.

El SAT no es cualquier área de la administración. Para un gobierno tan ambicioso en lo social como en sus grandes proyectos de infraestructura, en un contexto de severos recortes al gasto y donde no existe la intención de aumentar tasas impositivas, la necesidad de asegurarse fuentes de recaudación no es un juego. Urzúa podrá ser todo lo “neoliberal” que sea, pero el costo de la inexperiencia puede comprometer el proyecto de la 4T.

@HernanGomezB

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