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El espacio mediático post-transición se caracterizó por una escasa pluralidad. Todavía hoy la comentocracia que se expresa en los medios continúa dominada por intelectuales de una misma ideología —casi siempre liberales cercanos a la derecha— que suelen repetir los mismos discursos en una suerte de consenso poco saludable para la diversidad. Unos y otros tienden a hablarle al mismo círculo y pecan de una solemnidad que los lleva a tomarse muy en serio a sí mismos.
Aunque el público está cansado de escuchar las mismas voces y ver los mismos formatos, los medios no han sido capaces de hacer apuestas más osadas; si acaso han incluido algunas caras nuevas. La mayor parte de los canales de televisión simplemente se mantiene en la inercia, actúan como en piloto automático e ignoran que la sociedad mexicana cambió. Parecen aletargados y han sido incapaces de emprender apuestas novedosas.
Todo eso debe modificarse. No solo porque multiplicar las voces es esencial para vivir en un país más democrático, sino también porque hay un mercado de lectores, radioescuchas y televidentes que está ávido de novedades.
Promover la renovación no solo es tarea de los medios privados. Los públicos también pueden y deben hacerlo. En tanto entidades del Estado mexicano, IMER, SPR, Notimex, el Canal 22, Radio Educación y el Once también tienen ante sí el reto de transformarse.
Estos espacios no están dominados por la misma lógica de los grandes oligopolios mediáticos y no necesitan guiar su actuación a partir de criterios de rentabilidad comercial inmediata. Por ello, pueden ser un contrapeso natural a la concentración del poder mediático. Desde allí es posible representar voces que no han sido escuchadas y abordar una serie de temas que no suelen tratar los medios privados.
No debemos olvidar que los medios públicos son del Estado, no deben someterse a un gobierno, mucho menos a un partido. En ese sentido, es de celebrarse que quienes han llegado a encabezar estas áreas no hayan promovido purgas de corte estalinista a partir de criterios político-ideológicos.
La nueva dirección del Once, por ejemplo, decidió mantener programas como Calle Once, Primer Plano, Espiral o Dinero y Poder, a través de los cuales continúan expresándose las voces de los últimos años. Aún así, el Once también está haciendo nuevas apuestas orientadas a fortalecer la pluralidad.
Es en ese contexto que decidí participar de la oferta televisiva de ese canal, a través de un nuevo programa que llegará a la televisión a partir del próximo domingo, el cual conduciré junto a Carlos Ballarta, un humorista inteligente y crítico. Hemos decidido bautizar ese segmento —con una dosis igualmente humorística— como “La Maroma Estelar”.
Desde este espacio —donde también participarán el actor Fernando Bonilla, la actriz Sandra Sánchez y las reporteras Tamara de Anda y Paloma Arrazola— queremos fomentar la crítica social y política para abordar temas que deben tener mayor destaque en el debate público como es el clasismo, el racismo, las diversas formas de discriminación, la pobreza, la desigualdad, la religión y la doble moral de nuestra sociedad.
Varios de quienes haremos este programa —junto a analistas como Gibrán Ramírez o Nacho Marván— nos ubicamos en la izquierda y tenemos una tendencia a apoyar la 4T; otros tienen posturas más críticas, como Blanca Heredia o Gustavo Gordillo. Lo que buscamos, en cualquier caso, es hacer una crítica social y política —donde no estará excluido el propio gobierno— desde una visión progresista y de izquierda.
Sabemos que eso será susceptible de todo tipo de críticas. Sin embargo, estamos ciertos que la pluralidad se representa de forma más eficaz, sincera y madura cuando se asume abiertamente una postura política que cuando se intenta esconderla detrás de una aparente “objetividad”. En cualquier caso, los ciudadanos podrán elegir entre una mayor diversidad de voces y el televidente contará con una oferta más amplia.
@HernanGomezB