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¿Cómo lograr una mayor eficacia política y administrativa a las decisiones de este gobierno? Presento aquí algunas ideas, resultado de una auscultación elaborada entre algunos miembros de la 4T en distintos niveles, a la que incluyo algo de mi propia cosecha. Escribo estas líneas sin otro propósito que el de ver triunfar el proyecto político que he apoyado públicamente. Confío en que acercarse al buen gobierno implica ejercer la crítica y la autocrítica para rectificar siempre que sea necesario.
1. Encontrar un balance entre la política y la técnica. El mismo rigor que existe en el área económica del gobierno debiera replicarse en otras áreas. En algunas hace falta escuchar más a los técnicos y expertos para fortalecer las decisiones políticas con diagnósticos más sólidos y soluciones jurídicas más robustas. No es necesario gastar millones en consultorías o rodearse de tecnócratas neoliberales alejados del país real, sino de colocar el conocimiento en su justa dimensión. Un gobierno de izquierda no puede despreciar la técnica si quiere hacer realidad sus objetivos y sus metas.
2. Otorgar un papel mucho más protagónico al gabinete y, particularmente, convocar a los gabinetes temáticos (no solo el de seguridad que se reúne todas las madrugadas). El presidente debiera centralizar menos las decisiones, delegar más y no meterse tanto en los detalles. Hace falta superar la confusión que genera una estructura de mando donde el propio presidente y sus allegados más cercanos nombraron desde subsecretarios y directores hasta oficiales mayores. Quienes están debajo de un secretario deben reportarle directamente a su superior, no acordar cuestiones sustantivas directamente con el presidente.
3. Escuchar las opiniones moderadas ubicadas al centro de la coalición gobernante y tomar cierta distancia frente a las voces más ideológicas, por más empatía personal que pueda haber. Consultar siempre una segunda y una tercera opinión. Confiar menos en quienes siempre dicen “sí, señor presidente” o “yo me ocupo de que esto sea posible”. Un buen colaborador es el que sabe decirte cuando algo es plausible, cuando no lo es y cuando una decisión puede meterte en problemas. No es el que siempre asiente, para después maquillar la realidad.
4. Tener una estrategia de comunicación gubernamental más coordinada; no depender tanto de las conferencias mañaneras. Las secretarías deben comunicar más y mejor, incluso salir a tiempo a dar las explicaciones que requieren sus áreas de competencia. La comunicación requiere más detalle y claridad y menos apariciones públicas. Algunas conferencias de prensa podrían correr a cargo de los secretarios, sin necesidad de que AMLO esté presente en todas. En lugar de que el presidente cuide a sus secretarios, estos deben cuidar al presidente. Aunque sea un lugar común, un buen curso de entrenamiento mediático puede ayudar.
5. Colocar a las instituciones en su justa dimensión. Hace falta sanear, fortalecer gradualmente y enaltecer a las instituciones del gobierno. Sobre todo, hay que resistir el impulso suicida que lleva a querer dinamitarlas. Ceder a la tentación de adoptar soluciones fáciles como establecer prohibiciones tajantes o eliminar programas y políticas por completo sin una revisión más cuidadosa, matizada y pormenorizada. Valdría la pena releer a Albert Hirschman para evitar eso que llamaba, parafraseando a Gustave Flaubert, “la ansiedad de sacar conclusiones rápidas” al formular política pública.
6. Establecer más claramente las prioridades. No se puede hacer todo al mismo tiempo. Hay que elegir mejor las batallas. Abrir muchos frentes simultáneamente genera desgaste innecesario, deja poco tiempo a los funcionarios para atender cada tema, los agota física y mentalmente e impide aprovechar de la mejor manera los escasos recursos técnicos, humanos y económicos. Aunque sea otro lugar común, una planeación estratégica también puede ayudar.
@HernanGomezB