El 5 de febrero de 2018, dos investigadores de la Agencia de Investigación Criminal , AIC, se dirigieron a Puerto Vallarta, Jalisco , con la intención de tomar algunas fotos. Un día antes habían asistido a una fiesta en la localidad de Bucerías.
Una cámara registró el momento en que los agentes dejaban su auto en un estacionamiento, y se dirigían al malecón del puerto. Dos horas y media más tarde, la misma cámara captó las imágenes de dos desconocidos que ingresaban al estacionamiento, se llevaban las maletas guardadas en la cajuela, y regresaban poco después para llevarse el vehículo de los agentes, previo pago del servicio.
No se volvió a saber de Octavio Martínez Quiroz y Alfonso Hernández Villavicencio hasta que cinco días más tarde fue subido un video a Youtube en el que ambos agentes aparecían hincados y con las manos atadas, mientras un grupo de encapuchados les apuntaban con armas largas.
En aquel video, los agentes, obligados a leer un documento que se hallaba a un lado de la cámara, “revelaron” una serie de supuestos actos irregulares cometidos por los encargados de la lucha antidrogas, y acusaron a la S ecretaría de Gobernación de desaparecer narcos y practicar detenciones arbitrarias.
Una semana más tarde, se reportó la presencia de restos humanos en Xalisco, Nayarit. La Procuraduría General de la República admitió: “Son los nuestros”.
Para entonces, más de 40 agentes federales se habían infiltrado en el área por goteo. Sus instrucciones consistían en brindar protección directa a un grupo de agentes más reducido, encargado de realizar la investigación de campo.
De acuerdo con reportes de la AIC, los agentes se introdujeron en el puerto desarmados, haciéndose pasar por turistas. Las armas que utilizarían en el operativo salieron más tarde, desde las ciudades de México y Guadalajara, a bordo de aeronaves de la Secretaría de Marina .
El GPS del automóvil en el que los agentes asesinados habían viajado a Nayarit, condujo a los investigadores a la colonia en donde este fue abandonado: San José del Valle, en Bahía de Banderas. Las cámaras de vigilancia arrojaron el perfil de los sujetos que sacaron el vehículo del estacionamiento: uno de ellos era nada menos que el subdirector operativo de la policía municipal, Ubaldo Cruz Cárdenas, apodado El Cocho.
En compañía del agente municipal Carlos Rogelio Pérez, El Pollo, había interceptado a los agentes de la AIC para entregarlos al Cártel Jalisco Nueva Generación .
La investigación de campo permitió que una célula criminal compuesta por al menos 18 personas fuera detectada.
De acuerdo con la AIC, el jefe de plaza del CJNG era el colombiano Mauricio Varela Reyes , alias El Manotas . La PGR sostiene que se trata del primer jefe de plaza colombiano del que se tiene noticia en el país. Según los reportes, estaba encargado de ejercer “el control territorial, así como el trasiego y distribución de droga” en Puerto Vallarta.
El capo colombiano se movía sin escoltas, “se cuidaba de su propia gente”, cambiaba de vehículo cada dos o tres días, manejaba la plaza telefónicamente, y no parecía estar viviendo en Puerto Vallarta.
A pesar de sus prevenciones, cometió un error que reveló a las autoridades que uno de sus domicilios se hallaba en el fraccionamiento Las Ceibas, en Bahía de Banderas, Nayarit.
Agentes de la AIC lograron rentar una casa que se halla frente a la del capo. La PGR obtuvo, al mismo tiempo, diez órdenes de cateo.
Los encargados del caso decidieron realizar los diez cateos de manera simultánea, en coordinación con la Marina.
Uno de los agentes que tomó parte en el operativo de captura del narco colombiano relata que a cierta hora de la noche “salió de la casa la gente de Investigación y entró la de Operaciones Especiales”.
A la hora señalada, el grupo de Operaciones Especiales salió a pie, rodeó la alberca y se aproximó al inmueble en que Varela Reyes dormía.
La puerta fue forzada. Varela Reyes gritó: “¿Qué pasa?” y apareció en el segundo piso con un arma en la mano. Disparó hasta que la escuadra se le encasquilló, según el agente. Luego desapareció por un instante y reapareció con un “cuerno de chivo”.
Le dieron tres tiros. Cayó sin sentido, pero sobrevivió.
A esa misma hora era detenido El Ingeniero encargado de subir el video: reveló que Varela Reyes había ordenado el secuestro y asesinato de los agentes. Los habían detectado porque ambos llevaban consigo sus armas de cargo. El “halcón” que los ubicó pasó el reporte a la policía municipal.
Y otra vez, municipales pusieron en manos de un grupo delictivo a los hombres que habían detenido.
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