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En los primeros 50 días del gobierno de Cuauhtémoc Blanco hubo en Morelos 72 ejecuciones. El titular de la Comisión Estatal de Seguridad, vicealmirante José Antonio Ordaz Guarneros, admitió que no tenía policías suficientes para enfrentar la ola de violencia que sacudía al estado. “Ya no tenemos más policías de dónde sacar y eso es algo que hay que decirlo”.
Finalizaba noviembre de 2018 y el vicealmirante confió en que “una vez que entre en funciones el gobierno federal, la situación se normalizará”.
Unos días más tarde los cadáveres de tres hombres fueron abandonados en La Pera. Los habían torturado y los habían asesinado a tiros. Unos días más tarde, dos cadáveres más aparecieron en la carretera Cuautla-Izúcar.
El 31 de diciembre, en el poblado del Hospital, afuera del salón de fiestas donde se celebraba la toma de protesta del edil de Cuautla, el morenista Jesús Corona Damián, otros dos hombres fueron ejecutados: sus cuerpos quedaron tendidos al lado de un Jetta que tenía placas de la Ciudad de México.
Ese mes ocurrieron en el estado 67 homicidios, ocho secuestros, seis feminicidios. En el semáforo delictivo, Cuautla encabezaba la lista con el mayor número de focos rojos en cuanto a los delitos de homicidio, secuestro, narcomenudeo, violación, robo de vehículos, robo a casa habitación y feminicidios. En la misma situación crítica se hallaban Cuernavaca, Ayala, Emiliano Zapata, Jiutepec, Jojutla, Yautepec y Zacatepec.
En esa zona la violencia contra las mujeres y contra los menores iba en aumento y según la diócesis de Cuernavaca, hasta los curas “y las hermanas religiosas” estaban siendo víctimas de extorsiones telefónicas.
Se dio el cambio de gobierno que el vicealmirante aguardaba. Y las cosas empeoraron, de acuerdo con las cifras del propio gobierno estatal: 263 homicidios en lo que va del año, en 186 de los cuales quedaron las huellas del crimen organizado. Un aumento de 25% en los asesinatos, si se compara el primer trimestre de 2019 con el mismo periodo del año anterior.
Confesó el fiscal general del estado, Uriel Carmona, que en los casos anteriores prácticamente “no hay resultados”. Luego soltó un diagnóstico devastador: “Hay 300 policías para todo el estado… estamos rebasados de carga de trabajo”.
En ese marco se dio el ataque en el restaurante de Cuautla en el que sicarios que se trasladaban en una Yukon y un Tsuru abrieron fuego contra clientes y empleados del lugar y provocaron la muerte de tres niños de diez, nueve y cinco años.
Según las investigaciones, los sicarios iban en busca del líder del Cártel Jalisco Nueva Generación en la zona oriente de Morelos, Raymundo Isidro Castro Salgado, apodado El Ray, El Presi o El Lic. A Castro Salgado logró sacarlo del restaurante un lugarteniente conocido como El Gato.
Desde 2016, la Comisión Estatal de Seguridad obtuvo información relevante sobre El Ray. En marzo de 2010 lo habían detenido al lado de un grupo de ocho secuestradores. La detención permitió que dos personas que se hallaban privadas de la libertad fueran rescatadas. Según un reporte, El Ray fue liberado, sin embargo, por “el fiscal José Serrano Salmerón”.
Se logró averiguar, también, que es oriundo de Acapulco, se localizó un domicilio suyo en la colonia Centro del puerto, se determinó el nombre del gimnasio al que asistía en la ciudad de Cuautla, y se detectó el domicilio en Morelos en el que habitaban su esposa y sus hijos. Castro Salgado lideraba en aquel tiempo una célula del grupo delictivo Guerreros Unidos. En un operativo fueron detenidos la mayor parte de sus hombres. Él huyó al Edoméx, se alió al Cártel Jalisco y regresó a Morelos con la orden de arrebatarle el estado a Los Rojos.
En medio de esa guerra se dio el cambio de gobierno en Morelos. Un día de marzo de 2019 ocurrió una ejecución cada dos horas. Blanco, que hizo de la inseguridad una bandera política, ha terminado por admitir que no imaginó lo que iba a encontrar.
Tal vez debemos entender que de ese modo tomó las decisiones —cesar el mando único, confrontar al fiscal del estado, rodearse de personajes sin experiencia— que hoy tienen al estado en una de sus estaciones más violentas.