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La banda de secuestradores más peligrosa de México comenzó a operar en la capital del país entre los años 2002 y 2003. La organización comenzó secuestrando a jóvenes estudiantes de universidades y escuelas privadas del sur de la capital. Se caracterizó desde el principio por su agresividad para negociar el rescate de sus víctimas, y al momento de presentar pruebas de vida.
Hay registro de que en los primeros casos le arrancaban a los cautivos uñas y dientes. Luego, avanzaron: a los familiares de una empresaria le enviaron videos en los que se veía cómo la “tableaban” y abusaban sexualmente de ella. Dicha empresaria fue la primera mujer a la que raparon. El grupo criminal siguió de largo secuestrando mujeres: jóvenes universitarias y esposas de empresarios a las que, como parte de la vejación, invariablemente les cortaban el cabello.
Por eso se les bautizó de ese modo. La banda de Las Pelonas.
Los cautiverios solían ser muy prolongados. El castigo a que sometían a sus víctimas, completamente brutal. Policías antisecuestros que les siguieron los pasos aseguran que algunos elementos de la entonces Agencia de Investigación Criminal, AFI, formaban parte del grupo.
La Policía Federal asegura que dos o tres miembros relevantes de la organización fueron detenidos. El resto de la estructura se dispersó.
Según la organización Alto al secuestro, es probable que los detenidos hayan quedado en libertad y estén de vuelta en la calle. Es probable que quienes nunca fueron aprehendidos se hayan reagrupado y estén relacionados con plagios ocurridos en Tlalpan, Coyoacán, Xochimilco...
La característica principal de Las Pelonas es que no regresaban con vida a sus víctimas, y maltrataban con violencia verbal delirante a los familiares de estas. En diciembre de 2007 la banda secuestró a una joven universitaria. El testimonio de su padre es sobrecogedor. El grupo criminal simuló un choque. Cuando la muchacha descendió de su vehículo fue plagiada. Las cámaras de la empresa del padre captaron a cinco personas y tres vehículos. Se la llevaron en su propio auto.
Las cámaras de la empresa indicaron que un trabajador podría estar involucrado con los secuestradores. Cuando el padre de la víctima entregó el video, la policía comenzó a sospechar que se trataba de un autosecuestro. “En vez de investigar a los secuestradores, comenzaron a investigarme a mí”, relata el empresario.
El primer mensaje fue dado en voz de la propia estudiante, a través de una grabación. Indicaba que el coche se encontraba detrás de un cuartel de policía y “que las cosas iban a ser tan difíciles o tan fáciles” como el empresario quisiera. El coche estaba lleno de huellas que la policía extravió.
Finalmente, llamó un hombre “hábil, amable, de barrio”: “Yo soy un profesional. Me pagas, te entrego a tu niña. No me cumples y yo te digo donde está el cuerpo”.
No volvieron a llamar en un mes. En enero de 2008 obligaron al empresario a salir a pagar una parte del monto delirante que aspiraban obtener. El pago se hizo en las inmediaciones del Circuito Mexiquense. Volvieron a guardar silencio. A veces obligaban al padre a salir, con el pretexto de que iban a darle instrucciones. Lo forzaban a dar vueltas durante horas por la ciudad (para ver, probablemente, si era seguido por la policía), y luego no volvían a comunicarse en semanas.
“Era un maltrato irracional”, relata. La muchacha fue rapada, mutilada, fotografiada. “El castigo nunca bajó. Llamaban para agredir y decir bajezas. La investigación nunca avanzó. Intenté ver al procurador Mancera varias veces y jamás me recibió”.
Dos años, dos meses y dos semanas después, luego de efectuar varios pagos, el empresario supo que su hija había sido ejecutada. Nadie se lo avisó. Lo supo porque fue a entregar una muestra de ADN a la PGR, y ahí le dijeron que el ADN correspondía con el de una muchacha cuyo cuerpo fue encontrado en Huitzilac: “Le hicieron todo lo que dijeron: le cortaron una oreja, le rompieron los dientes, la tuvieron encadenada: no tenía comida ni agua en el cuerpo...”.
El empresario dice que no hubo detenidos. El caso no se resolvió. La banda de Las Pelonas está impune. Y probablemente ha regresado.