Hay muchas situaciones y momentos en la vida de un fanático al futbol que no tienen explicación alguna.

Lo vivido el sábado en Argentina , previo al partido de vuelta entre River Plate y Boca Juniors , es una muestra más de lo que pueden ser capaces una bola de tipos sin cerebro, a los que no se les puede justificar de ninguna manera lo que hacen.

Es por eso que se vuelve complicado de comprender por qué sigue sin erradicarse la violencia entre aficionados dentro y fuera de la cancha. Es tal la agresividad de los integrantes de estos grupos, el coraje que muestran hacia los rivales y el despliegue de violencia, que no entiendo que uno no pueda tener la libertad de poder elegir a qué equipo seguir, sin tener miedo a estar cerca de algún fanático de estos; y no sólo por lo sucedido en el país sudamericano, sino por lo que se vive cada fin de semana alrededor del planeta.

Aunque, para desgracia de muchos, este tipo de cosas se suelen desarrollar desde corta edad en los niños. La violencia en este deporte se origina dentro de la misma sociedad y su comportamiento. Es un grupo de personas que busca expresarse en una tribuna con mucha frustración, enojo y todo el coraje que acumula en su vida.

¿Hasta cuándo se actuará con firmeza? Muchas personas han salido lesionadas, otras han perdido la vida, y esto parecería no importar, cuando se trata de un deporte, porque —con el maldito pretexto de que mueve masas y genera millones de dólares— se vuelve intocable cualquiera que atente contra la vida de otro.

Lo menos importante es saber cuándo se jugará la final de la Copa Libertadores. Habrá que saber qué medidas se van a tomar.

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