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El 27 de enero subí un tuit que dice: “Todo parece indicar que la Patria Sabia y Digna acaba de inventar la figura de ‘Primera Crítica Literaria de la Nación’. (No llores por mí, Macuspana)”.
Una semana más tarde, la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller subió un tuit en el que escribió: “Es una pena su comentario. Lo tomo de quien viene. Lo comparto porque su pejefobia no distingue entre AMLO y mi trabajo profesional”.
Y bueno, ese tuit de la doctora ha ameritado 12 mil corazoncitos. Y la mitad de esa gente que la ama optó por mostrarle su amor con una tuíter-catarata de odio hacia mí que ya no cesará. Se me acusó de lo de siempre y lo único original fue que luego de ladrarme “¡misógino!” muchos procedieran a insultar a mi madre.
Así es la vida.
¿Por qué escribí ese tuit? Pues porque había leído las noticias y visto los videos en los que, ese 27 de enero, el Primer y Único Mandatario (PUM) AMLO había lanzado la “Estrategia Nacional de Lectura” en Mocorito, acompañado por varios funcionarios de la cultura nacional, entre ellos la doctora su esposa, titular de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México.
Y en el discurso oficial para lanzar ese programa oficial AMLO dijo, oficialmente, que si había decidido lanzar ese programa en Mocorito, “fue a propuesta de Beatriz, porque ella es investigadora y literata” y sucede que en una de sus investigaciones descubrió que durante el porfiriato hubo en Mocorito una revista literaria. “Por eso estamos aquí”, concluyó AMLO.
A confesión de parte…
Ya luego, el pejerarca explicó que “no sólo de pan vive el hombre”, conminó al pueblo a no comprar lujos, insistió en la importancia de “buscar el bienestar del alma” y acabó evocando el discurso de Engels ante la tumba de Marx.
Así pues, oficialmente, fue a raíz de los gustos, los intereses y la crítica literaria de la esposa del Presidente, que una propuesta suya dictó la agenda del Presidente. Es difícil acusarme, pues, de no distinguir entre AMLO y el trabajo profesional de la doctora: son ellos, la doctora y AMLO, quienes oficializaron no hacer esa distinción.
Así es la vida.
El hecho es que al ostentar un cargo público y hablar en una ceremonia presidencial que ella motivó, obró como “primera dama”, título que comprensiblemente detesta, si bien no sus funciones.
Simpatizo con el trabajo profesional de la doctora. Alguna vez, cuando estudiaba a López Velarde, escribí largo sobre la importancia de esas revistas provincianas durante el porfiriato. También me sorprendió que, contra lo que podría pensarse, en lugar de Benedetti o cosas así, la doctora dedicase su tesis de doctorado (que leí) a los afanes teológicos de don Francisco de Quevedo. Es un tema muy difícil, que la doctora abordó de manera muy, muy documentada en autores que conozco bien, como Louis Berkhof…
Ya luego, la doctora se olvidó de la teología barroca para investigar a algunos escritores “revolucionarios” del temprano siglo XX en México que le parecen relevantes. Y a su esposo también, tanto que le prologó un libro. Prólogo por cierto en que critica mucho a los “intelectuales orgánicos”, tan malos.
Hace unos días escribí en un tuit que un sinodal de aquel examen de doctorado de Gutiérrez Müller fue otro Marx. No aquel ante cuya tumba Engels deploró la injusticia, sino el doctor Marx Arriaga, filólogo mexicano. Este doctor Marx Arriaga no ha publicado libro alguno, pero suele presentar los de la doctora Gutiérrez Müller y hacerles graciosas reseñas que luego lee ante las multitudes que van a ovacionar las presentaciones de los libros de la doctora.
Este Marx Arriaga fue nombrado el 4 de diciembre titular de la Dirección General de Bibliotecas (DGB). Y apenas al mes de tomar posesión logró ingresar a la Memoria Cultural de México defenestrando a Daniel Goldin de la Biblioteca Vasconcelos, la que mejor funcionaba en el país…
El honor de presidir la DGB —cargo que antes tuvieron de Torres Bodet a Ana María Magaloni— le fue concedido no por la “primera dama”, sino por la Dra. Gutiérrez Müller. Así se desprende de un tuit en el que el joven Marx anunció su deseo de “colmar las expectativas” que le confió quien fuera su alumna.
A confesión de parte…