Un respiro de confianza es lo que Lewis Hamilton acaba de tomar en Barcelona.
A nadie le gusta perder, los pilotos son muy exigentes a sí mismos, como soldados, perfeccionistas. El más mínimo error en pista es enorme ante sus ojos...
Hamilton
es así. No hay victoria, no hay sonrisa. Hoy se hizo de ella. Ganó desde la pole position en un Gran Premio que le da confianza en su pelea por el título ante Sebastian Vettel , pero que también le da seguridad a Mercedes , después de ese mal inicio de temporada donde los cavallinos rampantes parecía dominarían el Gran Circo.
En una entrevista, platiqué con el volante británico al respecto, si era igual de exigente consigo mismo fuera de la pista. La respuesta fue positiva. Su ADN está compuesto de moléculas competitivas que con esta victoria seguro explotaron en vitalidad.
Lewis ganó en Bakú, pero a consecuencia del abandono de Valtteri Bottas , su coequipero, quien sufrió una ponchadura en su neumático casi al cierre de la carrera. No hubo festejo, ni una pequeña sonrisa para el inglés.
En España, mostró su autoridad. Cruzó la meta con más de 20 segundos sobre el segundo lugar, su compañero, y consiguió un récord más a su historial —de los varios que tiene en sus registros—, ya que ha logrado 41 victorias partiendo desde la pole. Superó al heptacampeón Michael Schumacher.
Las decisiones fueron perfectas por parte de Mercedes. Nos recordaron por qué son los campeones, incluso ayudaron a Bottas a colocarse segundo, haciendo una sola parada en pits.
Lewis se reconcilia con el triunfo, entró en sinergia con su monoplaza y así es como le gusta ganar. Demostrando su potencial en pista y no por suerte