Para lo que se supone que se creó, la Liguilla se ha ido perdiendo en los últimos años. Sin espectacularidad, partidos en los que las ideas calculadoras y mezquinas se imponen, hacen que este mini torneo deba replantarse, rediseñarse o —bien— desaparecerlo.
Ricardo Ferretti
tiene a un plantel valorado en casi 81 millones de dólares. Solamente en delanteros y mediocampistas ofensivos, invirtieron 30 millones y medio de dólares.
Miguel Herrer
a cuenta con un equipo tazado en un poco más: 82 millones de dólares, de los cuales 40 son de inversión de jugadores a la ofensiva. Pues ninguno de los dos quiso atacar a sus rivales en los partidos de vuelta. Ni Tigres , ni América aprovecharon sus recursos humanos para agradar a los espectadores.
Claro que es válido plantear los partidos como se les pegue la gana a los entrenadores, pero en este caso es cuestionable, porque ambos clasificaron sufriendo. En Monterrey , 80 minutos de miedo para los aficionados, y en el Azteca , gracias a una espectacular atajada de Agustín Marchesín que evitó el ridículo contra Cruz Azul.
Así que el concepto que siempre viene cuando inicia una Liguilla y que va sobre el espectáculo que ofrece, se convierte en un lugar común del futbol mexicano que se aplica más para vender transmisiones de televisión que ubicar al público en la realidad.
La Liguilla hace miedosos a los equipos. Temen tanto perder, como América y Tigres, que consideran que defendiendo entregan a sus aficionados satisfacciones, porque —claro— como ambos están en semifinales, a la mayoría se les olvidan las formas, el cómo lo hicieron.
Por eso lo de León es tan valioso. Puede perder, claro, pero no se están traicionando y mucho menos inventando conceptos no aplicados a lo largo del campeonato. Una Liguilla sin espectáculo vistoso es como una película sin sonido, no transmite nada.
El bandazo que dio América de la ida a la vuelta debe ser una fuerte llamada de atención y no volver a aplicarlo en la Liguilla . Nunca ha jugado sin pretender pasar el medio campo, haciendo tiempo cada vez que tenía un saque de banda o una falta a favor; es decir, la frase que “el fin justifica los medios” no se debe aplicar, y a instituciones como éstas hay que exigirles mucho más.
La Liguilla
ya no emociona, es el premio a la irregularidad, a que en tres semanas se pueda derrotar a los más regulares, a los que en cualquier otro lugar del mundo ya hubieran levantado la copa. Y si a eso le sumamos que cada vez es menos vistosa, ya no tiene razón de existir, por lo menos con este arcaico y desgastado modelo.