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En ocasiones la vida asesta golpes demoledores en donde más duelen: me refiero claramente al área más sensible de la personalidad de Donald Trump, un peleador callejero que sorprendió a casi todo el mundo cuando, en contra de la mayoría de las encuestas y pronósticos, ganó las elecciones para convertirse en el hombre más poderoso del planeta. Entre los cuatro talones de Aquiles del presidente de Estados Unidos (el amable lector que pasa la mirada por estas breves líneas y un servidor, solo tenemos dos…) se encuentra su patético narcisismo y el amor ciego por Donald Trump junior, y por su hija Ivanka, a quienes Steve Bannon, otro troglodita extraído del pleistoceno tardío, también cesado hace unos meses por Trump, etiquetó al primero como un “traidor” por sus relaciones inconfesables con el Kremlin, mismas que, según él, deberían ser investigadas por el FBI, en tanto a Ivanka, que ya se sueña como candidata a la presidencia en el futuro (¿por qué no, si su padre llegó?), la calificó como a una mujer “tonta como un ladrillo…”.
Lo anterior consta en un libro aparecido hace un par de días en las librerías de Estados Unidos que no sólo ha conmocionado a Washington, sino que ya recorre y sacude electrónicamente el planeta. El reportaje se intitula Fire and Fury, escrito por Michael Wolff, con quien el presidente negó, vía Twitter, haber cruzado palabra alguna, para rectificar momentos después, víctima de otro ataque temerario de furia. Wolff, el entrañable y valiente periodista, no sólo adelantó la fecha de publicación de su acertada crónica de hechos alarmantes, pero todos comprobables, sino que de estar en el olvidado 48 mil de la lista de los autores más solicitados en Amazon, ahora presume estar en el #1 en ventas. Lo anterior por las amenazas de los abogados de Trump dirigidas a Wolff, el candidato idóneo para reabrir la cárcel de Alcatraz y encerrar a Trump, no, perdón, a Bannon, no, otra vez, perdón, a Wolff, sí, a Wolff, en la galera más profunda, asfixiante y oscura de esa famosa isla del Océano Pacífico.
El gran Wolff, ahora un héroe estadounidense, sostiene que con sus revelaciones (gracias a ellas ya es millonario y en dólares) va a concluir la vergonzosa “era Trump.” Nuestro amado prócer sostiene que el cien por ciento (no menos) de las personas entrevistadas por él mismo en la Casa Blanca piensa que Trump no está capacitado para ser presidente ni dirigir la mayor economía del mundo, que el hábito no hace al emperador, que no estaba preparado para ganar las elecciones, que sólo quería hacerse de un canal de televisión, obtener mucha fama, y que se había quedado mudo y paralizado al saber que había ganado la presidencia. Que la actual administración republicana es un completo caos, que sus integrantes se enfrentan entre sí, que es “novata”, orquestada y dirigida por un presidente ordinario (un pelado), inepto, ignorante, berrinchudo, narcisista, sin perder de vista que sus actos han levantado ya fundadas preocupaciones acerca de su estado de salud mental, cuestionada por 27 psiquiatras y expertos de Estados Unidos. En el libro Fuego y Furia, Wolff, el mismo autor que publicara en 2008 de The man who owns the news, impactó a Trump en sus partes más sensibles, anteponiendo quizás su férrea y enfermiza pasión por el dinero y su supuesta inteligencia superdotada: su imagen personal. Los sentimientos de superioridad y de grandeza de Trump en búsqueda constante de admiración, aplauso y atención, le producen una marcada ferocidad al saber que se habla mal de él, además de inducirlo a un violento rechazo hacia otras personas por el simple hecho de usar bigote. (No soporta que nadie en su entorno lo use…).
Wolff revela cómo la memoria de Trump y sus razonamientos están debajo del nivel de un jefe de la Casa Blanca; que en una conversación no puede recordar el nombre del ex líder de la cámara de congresistas (John Boehner); en eventos privados en su residencia de veraneo en Mar a Lago es incapaz de reconocer a una serie de viejos amigos; en las juntas se aburre, juega con los documentos, se levanta y se retira, dejando a los presentes con la palabra en la boca; ve televisión varias horas al día, durante las cuales consume hamburguesas (sin jalapeños, eso sí, porque son mexicanos…), como parte de sus infantiles hábitos alimenticios. Wolff menciona sus problemas íntimos con Melania; las burlas de su hija Ivanka con respecto a su cabello; su rutina sedentaria, su obsesiva relación de dependencia con programas de la cadena Fox News (que lo alaban rayando en lo ridículo), así como el manejo diario tan disparatado, irreconocible, imperdonable de su cuenta de Twitter en un funcionario tan privilegiado.
Lo que hace magnético y atractivo al libro Fire and Fury son las descripciones personales de los integrantes del propio equipo de trabajo de Trump, quienes aseveran que “se comporta como un niño que requiere una gratificación inmediata”, (anal retentivo, en su fase anal sádica subdesarrollada, diría Freud); que a la mayoría de sus colaboradores en la Casa Blanca no les caben dudas sobre su imbecilidad, no sólo para comandar, sino que la mínima provocación le causa placer y lo invita al desafío como, por ejemplo, haberle contestado al dictador de Corea del Norte que su botón nuclear es más grande… Trump castiga al personal de limpieza si levanta una camisa suya del piso, de la misma manera que no permite que toquen su cepillo de dientes por un viejo temor a ser envenenado. El presidente vive preocupado y duerme poco por la investigación que lleva a cabo Robert Mueller en torno a la intervención de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016, incluida la información relativa a que su caída se dará por lavado de dinero por haber utilizado, para esos efectos, a un banco alemán y varias entidades cercanas a Putin.
¡Claro que Trump niega vehementemente la veracidad de lo asentado por Wolff, quien se burla del presidente y lo acusa al señalar que “su credibilidad, (la de Wolff), está siendo cuestionada por un hombre que tiene menos credibilidad que quizá cualquier otra persona que haya caminado por la faz de la tierra hasta este momento”! ¡Claro que también le agradece la publicidad gratuita y que los lectores se arrebaten su libro! Wolff agrega que para Reince Priebus, el presidente es un “idiota”. Para Gary Cohn, es un “tonto como la mierda”. Para McMaster, también es un “idiota”. Wolff remata con este argumento: “Trump no lee. No escucha. Simplemente dispara por los costados”.
Trump cree que puede ignorar la primer enmienda de la Constitución de su país, la que se refiere a la libertad de expresión al tratar de prohibir la circulación de Fire and Fury. Piensa, además, que puede mandar arrestar y encarcelar a quien no acepte sus designios o lo contradiga, como si en Estados Unidos no existiera una real división de poderes y él mismo fuera un Tacho Somoza o cualquier otro dictador bananero. Trump es un mentiroso profesional quien, según el Washington Post, dice cinco mentiras al día, a pesar de haber jurado “preservar, proteger y defender la Constitución” de su país.
La principal angustia de Trump consiste en llegar a perder las elecciones intermedias del próximo 6 noviembre, a manos de los demócratas, quienes precipitarían su destitución al instrumentar el famoso impeachment que espera ansioso el concierto de las naciones ante la innegable peligrosidad del jefe de la Casa Blanca. Sí, en efecto, la enmienda 25 de la Constitución establece el supuesto de la inhabilidad del presidente, en cuyo caso el cargo lo ocuparía Pence… Holly Mother of God…
¿No quisiera el respetado lector estar presente en Nueva York escuchando las carcajadas entre Obama y Hilary con tan solo leer los artículos del New York Times en torno al texto de Michael Wolff? ¿Cuántas veces habrán dicho cheers entre champañazo y champañazo…? A propósito: saluuuuuuuú…
Twitter: @fmartinmoreno