Sabemos que Andrés Manuel tiene en gran estima a Claudia Sheinbaum. Han caminado juntos.

Sigo creyendo que son dos personas honestas. Condición invaluable y fundamental para lograr un cambio real. Empezando por la clase política, por la generación del atraco que gobernó en los últimos sexenios.

Pero resulta contraproducente exponerla como lo hizo esta semana.

Mientras las críticas por la inseguridad arreciaban y los padres de Norberto Ronquillo, secuestrado y asesinado en la Ciudad de México, daban el último adiós a su hijo, el Presidente trató de defenderla.

En el evento Programas Integrales para el Bienestar, en la alcaldía Gustavo A. Madero, desde tribuna, indicó que se siente tranquilo en la ciudad. “¡No estás sola!”, comenzó a repetir para que el público presente coreara. “Es que hay veces que la maltratan mucho los grandulones, abusivos, ventajosos…”, dijo.

Pedir la renuncia de Claudia es una exageración o parte del golpeteo político, sin embargo, exigir con firmeza el cese de la violencia en la CDMX es una reacción legítima y necesaria de la población.

Desde la indefensión capitalina, uno se pregunta si los gobernantes son las víctimas. Si deben colocarse en ese lugar, cuando el dolor invade a familias de desaparecidos, secuestrados, asesinados.

Y desde el respeto, uno se cuestiona si lo mejor es tratar como vulnerable a una mujer que llegó por primera vez a gobernar la Ciudad de México por la vía del voto. ¿Es positivo referirse a Sheinbaum, cuyos logros se deben a su propia trayectoria, de esa forma?

Ni modo, López Obrador hizo un Peña Nieto.

Muchos recordaron, incluyendo en estas páginas de EL UNIVERSAL, el “no te preocupes, Rosario”.

Que bien que Claudia cuenta con el apoyo de AMLO.

Pero, la Jefa de Gobierno tiene que enfrentar de manera prioritaria y efectiva al crimen que azota a los capitalinos.

Y si a Andrés Manuel no le gustan las críticas, mejor “no la ayudes compadre”.

Razones y Pasiones. Además de ofrecer disculpas, el rector de la UNAM, Enrique Graue, debería investigar al personal de vigilancia que agredió a reporteros.

En el video que circuló en redes, se observa a gente de la universidad golpeándolos. Un hombre de camisa rosa patea en la cabeza y en el hombro al camarógrafo caído. Previo a ello, empleados de televisoras se identificaron. Los de seguridad, no. Comenzaron a agredir.

“Estamos diciéndoles que nosotros no queremos grabar a la persona. Queremos documentar nada más lo que pasa…” indicó, con sangre en la nariz, uno de los colegas.

¿No se permite grabar dentro las instalaciones? Si es así, ¿en qué casos? ¿Lo informaron a los medios?

Y lo más delicado: Si no están facultados o entrenados en el uso de la fuerza en CU, ¿quién autorizó golpear? ¿Por qué no mejor aplican protocolos de contención y prevención para que no existan espacios tomados por vendedores y distribuidores de drogas?

¿No tendría que ser, eso sí, parte de su trabajo?

¿Por qué esa agresividad en contra de quienes están realizando la labor periodística asignada?

La violencia en la universidad, si bien es cierto que está vinculada a la delincuencia de la ciudad, se convierte en un tema particularmente delicado por el espacio del que se trata y la comunidad involucrada, jóvenes en su mayoría.

En noviembre se designará al rector de la UNAM para los próximos cuatro años. Graue no ha dicho si intentará reelegirse. Él, o quien lo suceda, tendrá que poner como tema prioritario la seguridad en la máxima casa de estudios.

Twitter: @elisaalanis / Facebook: Elisa-Alanís-Zurutuza

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