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Me hace gracia y me apena, al mismo tiempo, que de ahora en adelante el senador Martí Batres deberá aclarar una y otra vez que no pertenece a la iglesia de la Luz del Mundo. Yo creo que no pertenece a esa iglesia; pero si me lo preguntaran, tendría que decir: “Sospecho seriamente que no, pero mejor pregúntenle a él.”
El pasado miércoles 15 de mayo, el senador Batres asistió al Palacio de Bellas Artes, emperifolladísimo (ah, las fotografías), a un espectáculo musical, o eso le dijeron. Al día siguiente, todo fue confusión, acusaciones cruzadas, dichos y declaraciones y exhibición de documentos “probatorios”, y más y más ruido. Un espectáculo mucho mejor que el del día 15, y más largo: dura hasta ahora y no tiene visos de terminarse pronto.
La directora del Instituto de Bellas Artes, Lucina Jiménez, de quien tengo buena opinión, se ha visto rebasada porque EL UNIVERSAL dio a conocer lo ocurrido ese miércoles; por lo visto, quizá debido a los recortes, no tiene ella manera de armar una estrategia de prensa o de relaciones públicas que mínimamente le sirva de algo. Ha dejado empantanado el instituto que dirige y hasta los músicos de la Sinfónica Nacional protestan por lo que aconteció ese día malhadado. Pero, bueno: ¿qué sucedió?
La verdad, es difícil saberlo con absoluta precisión; pero una cosa, sin embargo, está bastante clara: el Palacio de Bellas Artes fue aprovechado por unos vivales políticos y religiosos y las autoridades y funcionarios fueron “sorprendidos”. Si hubo un servicio religioso o no; si le hicieron un regalo al líder de la Luz del Mundo o no le regalaron nada, o no se lo regalaron donde dicen; si los feligreses vitorearon al señor líder religioso y el señor repartió bendiciones a manos llenas dentro o fuera del Palacio de Bellas Artes, todo eso ha pasado a segundo plano. Lo voy a decir tan claro como lo pienso: nada de lo ocurrido el miércoles 15 de mayo en el Palacio de Bellas Artes debió suceder. Sucedió.
En 2001, el populista Vicente Fox hablaba muy exaltado y muy distraído (es decir, nada convencido) de que había que “masificar” la cultura. Ha cambiado algo. Sí: ahora esa masificación incluye a los devotos de la Luz del Mundo; los políticos siguen distraídos con la grilla y “los funcionarios no funcionan”. Mientras tanto, la culturita anda como la muñeca fea: escondida por los rincones y temerosa de que alguien la vea.
El laicismo mexicano quedó medio abollado con Fox: recuérdese el tosco crucifijo que exhibió en su toma de posesión, para no ir más lejos. La cultura y el arte no eran su prioridad. Nunca lo fueron.
Lo del pasado miércoles 15 anuncia algo peor que el foxismo en el devastado territorio de la cultura y las artes, me parece. Ojalá me equivoque. Cuánto extraño a Carlos Monsiváis: ¡lo que hubiera escrito sobre ese miércoles! Voy a invocar a su fantasma para que me diga su opinión acerca de todo esto, pero en privado.