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El cuadro Judith y Holofernes parece no llamar especialmente la atención de quienes estudian la obra de Vlady. Se habla de él como si fuera una etapa en su aprendizaje con los maestros de Italia, en este caso Caravaggio y, sobre todo, con la pintora Artemisia Gentileschi, de quien Vlady tomó el asunto para hacer una rehechura o glosa con la finalidad de probar sus dotes y las técnicas que iba aprendiendo y poniendo a prueba.
Lope de Vega, cuya capacidad para ver e imaginar era inmensa, tomó el tema de Judith y describió la escena desde puntos temporales que no abordan el tema específico de la decapitación del “feroz tirano”, como lo llama en el segundo verso del soneto que dedicó a la hazaña liberadora de Judith. Fue precisamente este rasgo libertario de lo que ocurre en Judith y Holofernes lo que interesaba a Vlady: Judith como tiranicida, actividad de la que algo sabía Vlady pues en su familia paterna hubo revolucionarios que participaron en atentados contra los zares. De allí a considerarla una especie de revolucionaria de la antigüedad no había más que un paso. Pero modernizó y reconfiguró el mito.
El resultado es el cuadro titulado La inocencia terrorista, que puede verse como parte de los murales de la Biblioteca Lerdo de Tejada. En un extremo, entonces, la temeraria Judith, que en nombre de la Ciudad de Dios cumple un duro designio de libertad y justicia; en el otro, la muchacha guerrillera, movida por ideales revolucionarios y asesinada en la Ciudad Universitaria por un matón que seguramente pertenecía a la Dirección Federal de Seguridad de la Secretaría de Gobernación.
En la descripción hecha por los investigadores del Centro Vlady, La inocencia terrorista es “un lienzo de casi siete metros de alto. Representa a una mujer desnuda, de formas esbeltas, flotando en el aire, con una pistola ceñida atrás, el rostro embozado y una escalera en el trasfondo”. Hay además una explicación con datos de la historia moderna mexicana: “La mujer es Teresa Hernández Antonio, alias Alejandra, una militante de la Liga 23 de septiembre asesinada por la policía el 15 de junio de 1975 en Ciudad Universitaria.”
Cuenta Vlady que para pintar a Alejandra fue a ver “los mejores desnudos que había en la ciudad”: los del mural de Orozco que está en la escalera del Sanborn’s en la Casa de los Azulejos y, agrega, también examinó “algunas cosas de Diego”.
La Biblioteca Lerdo de Tejada celebra este año su 90 aniversario; para ello ha publicado un libro monumental cuyos protagonistas son precisamente los murales de Vlady. Allí, en la Lerdo de Tejada (República de El Salvador número 49), puede verse el cuadro-homenaje a la guerrillera Alejandra; en el Centro Vlady de la UACM está Judith y Holofernes.
Una película reciente, formidable documental dirigido por Fabiana Medina, complementa y prolonga en términos cinematográficos la genial pintura de Vlady.