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De pronto, luego de tenerla ahí a lo largo de 13 años, desapareció con mayor facilidad que la Maga, de Cortázar. Y estuvo dos meses en paradero desconocido.
Pero regresó: Mayra González y su programa La Tertulia —indispensable en el medio libresco y seguro con la marca nacional de más escritores entrevistados—, que realiza al alimón con el escritor Jorge Alberto Gudiño, está ya otra vez al aire en un nuevo horario y un nuevo día: cada domingo a las 8 en punto de la mañana, a través de Red FM (en el 92.1 del cuadrante).
Comunicóloga de carrera lo mismo que maestra en administración y mercadotecnia, se ha forjado en el campo editorial y es desde hace un tiempo la dueña de los destinos, en México, de la gerencia de comunicación del célebre y agradecible consorcio de Penguin Random House.
—Con La Tertulia seguramente se han generado más lectores que con las estrategias de la SEP. Te lo planteo sin asomo de broma.
—Es duro aceptar las cifras de lectura de nuestro país. Sin embargo, éstas no sólo dependen de las estrategias de la SEP, y mira que no estoy diciendo que sean buenas, también de problemáticas mayores: pobreza, desigualdad, corrupción… De ahí que todos los esfuerzos por formar lectores sean dignos.
—Ante escritores relativamente noveles, ¿no extrañas la caballerosidad de Leñero, la vehemencia precisa de Garibay, la memoria fantástica de Arreola?
—Debo confesar que yo no conocí a ninguno de ellos en persona. Pero cuando llego a extrañarlos, los leo y los recuerdo. También me refugio ahora en el sarcasmo lapidario de Ortuño, en la filigrana lingüística de Yuri Herrera o en los complejos personajes de Toscana. No es que uno extrañe sino que suma. Unos y otros nos van acompañando.
—Siempre hay un lapso para conseguir una entrevista que deseas, buscas, necesitas. ¿Cuánto es en tu caso? ¿minutos, horas, años? ¿tienes, llegado el caso, la serenidad para ser tú quien no vuelva a llamar a determinadas puertas?
—La paciencia no se me acaba cuando noto que hay posibilidades. También sé leer bien un “no” aunque esté disfrazado. Y tampoco peco de falsa modestia: nuestra trayectoria nos respalda, son muchos años de trabajo duro que permiten que La Tertulia también tenga derecho para darse a desear.
—Jorge Alberto Gudiño y tú han conformado un significativo equipo de trabajo. No debió ser sencillo mantenerlo en funcionamiento todos estos años.
—No es un secreto que Jorge Alberto y yo nos casamos unos meses después de iniciada La Tertulia. En realidad, quizá sea la parte que funciona más tersa dentro de nuestro matrimonio. Así que, si quitamos las lecturas de cientos de páginas, las llamadas telefónicas, la coordinación de invitados, el estrés cuando alguno no llega o la pelea que los conductores tuvieron esa misma tarde, cada emisión es un acontecimiento.
—Balancear tus preferencias literarias entre todo lo que edita Random y lo que hace el resto del mundo, para darle espacio en La Tertulia, ¿ha generado a partes iguales amistad y distancia? ¿Alguna predomina?
—En realidad no: en La Tertulia tenemos muy claro que hacemos un programa de literatura. También sabemos que es un espacio para promover la lectura. Para nosotros siempre ha sido muy claro. Es difícil ganar enemigos con esa intención. Si los hay, no nos han avisado.
—Toma esta interrogante final con humor, en serio, pero con humor: ¿Qué te funciona más en una entrevista, el corazón de pollo o la espada letal de Arya Stark?
—La curiosidad de Alicia.
@cesarguemes