Más Información

Adán Augusto, Manuel Velasco y Monreal se disculpan con Sheinbaum por presunto “desaire”; culpan a “la emoción del momento”

“Estaban papaloteando”, Noroña recrimina incidente de morenistas con Sheinbaum; destaca mensaje de unidad

Mark Carney sustituye a Trudeau como Primer Ministro, por ahora; asume el liderazgo del Partido Liberal en Canadá

Mark Carney, el nuevo líder del Partido Liberal y el hombre de negocios que puede hablar de tú a tú con Trump

Padre Solalinde llama “anti mujer” a Isabel Miranda de Wallace; “representa lo más podrido del poder judicial”, afirma
Una niña es raptada por un malnacido que se aprovecha de la inocencia de la menor para atraerla a sus redes, un psicópata cuyas intenciones no están del todo claras al principio pero tampoco es difícil adivinarlas. Los días de alegría y de vida en libertad de la pequeña sencillamente, en cuanto se plantea el problema, están contados. No hay manera de encontrar el escondrijo en donde la ha metido su depredador o, en todo caso, puede ser cualquier rincón de toda una ciudad.
La víctima tiene nombre: Hailey Hansen.
Por otra parte, tenemos a un antihéroe: ex policía de élite, tirador experto con ambas manos, conocedor de armas tácticas y de uso común, bebedor casi compulsivo, con un cerebro muy bien amueblado, una forma física que le permite dar y recibir golpes de los cuales pocos se levantarían, pero con el alma hecha un trapo inservible que apenas le permite cumplir con el trabajo que le da de comer: justiciero por paga, asesino a sueldo que limpia las calles de su urbe tanto como le paguen para ello y su cuerpo sea capaz, por ejemplo, de recuperarse de un infarto en sólo unas horas.
Se llama Nick Sax, y si usted se lo encuentra por la calle, aunque no deba nada, mejor cambie de acera y no lo mire directamente a los ojos. Es letal, resistente y, para la cantidad de trago que le echa al hígado, conserva una excelente memoria de agravios y hasta de agradecimientos.
Y entonces, cuando el mundo de la inocencia de Hailey se ve empañado por su captor, cuando Sax se enfrenta poco a poco a una banda corta pero armada y con muy amplio financiamiento, cuando ya todo se lo llevó el carajo porque la madre de la niña ni siquiera sabe de la existencia del justiciero y difícilmente podría pagar por sus servicios, aparece en escena —en un mundo real, con balas que matan, golpes que lesionan, sangre que corre— un unicornio pequeñuelo.
Se llama Happy, y al verlo, el asiduo a las series televisivas —la nueva y ya permanente narrativa contemporánea— puede pensar que es un tipo simpático. Después de todo no es muy grande, apenas del tamaño de un melón (sorry, Happy, pero es la mejor forma de presentarte aquí ante el respetable), entre azul y morado todo él salvo las pezuñas, de color rosa, la pelusilla blanca detrás de las suaves orejas, un cuerno como el de todos los unicornios sólo que debido a sus dimensiones es más como un gorrito de fiesta infantil de hace dos décadas y unas alitas que hasta para el propio Happy pueden resultarle cuatro tallas menores de no ser porque con ellas es capaz de volar muchísimo más rápido que una abeja: espere a que lo corretee una y verá que son casi tan rápidas como el pensamiento.
En realidad, tal como lo vemos hasta ahora, no presenta ningún problema narrativo: vamos, que pervertidos los hay (¿verdad, Academia Sueca?), lo mismo que expolicías condecorados, víctimas desde luego inocentes y vengadores a sueldo. ¿Qué más da si en esta trama de dolor, de vida canalla y dinero sucio aparece, o trabaja, un pequeño unicornio? Ya puestos, lo de menos es que Happy hable, y vaya que habla el condenado. Más interesante aún es que su desarrollo psicológico sea el de un niño de 10 años bien vividos y que es, sí, un personaje imaginario pero no es producto de la vida interna de Nick Sax. No es suyo, no le pertenece, no comparte con él ni una constelación neuronal así sea de las de reserva.
Happy existe dentro del mundo de Hailey, la niña raptada, y si se atreve a dejarla sola es porque en principio nadie puede verlo más que ella, y porque él, así de indefenso y de imaginario como es, ha de convencer al durísimo Nick Sax, primero, de que no es una alucinación, y luego de que ha de ayudarlo en la búsqueda y rescate de la niña a la cual pertenece.
Hasta para Sax el asunto es un poco excesivo porque del otro lado de su vida no sólo hay un matrimonio que naufraga y un par de hijas que lo adoran, sino una mujer detective, también de gran calado y con muchos galones en su hoja de servicio que a veces tira de él y a veces lo aleja. Y está, cómo si no, la madre de Hailey, sobre quien vuela la especie de que el embarazo producto del cual es la niña, fue un encuentro fortuito entre ambos y del cual Sax no recuerda nada y no es por efecto del alcohol porque aquello, si sucedió, fue en otro tiempo, en otra vida, cuando su entrenamiento y habilidades estaban al servicio de una institución y no de quien mejor pague por sus servicios de justiciero.
Es necesario decir que ese elenco intachable que conforman la serie está protagonizado por Christopher Meloni, a quien podemos recordar con facilidad por las numerosas temporadas como el feroz detective Elliot Stabler de La ley y el orden: Unidad de Víctimas Especiales. También lo es, que el extraordinario trabajo fue creado por Grant Morrison y Brian Taylor para el canal SyFy pero que puede verse ya, al fin, en México.
Todos tenemos una vida interna, personalísima e incompatible. Pero Happy es el príncipe de los amigos imaginarios, y puede acompañarlo en su extraordinario lance el querido lector, sin necesidad de cerrar los ojos.
@cesarguemes