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Washington, D.C.— Casi todo está listo para hacer el anuncio hoy lunes. Al cierre de esta columna —domingo por la noche en la capital estadounidense—, México y Estados Unidos están trabajando a toda velocidad, cerrando los últimos temas que hacen falta para poder informar que han superado sus diferencias y que tienen ya un acuerdo sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, versión 2.0, en los temas que competen solamente a las dos naciones y no a su socio Canadá (que, para efectos prácticos, es lo más relevante financiera, política y mediáticamente para México).
Trabajaron hasta sábado y domingo. Lo de ayer fue sintomático. Era tal la prisa que incluso Jared Kushner, yerno del presidente Donald Trump, y Robert Lighthizer, cabeza de la negociación estadounidense, se refugiaron atrás de una columna en la informal cafetería Cosí, a media cuadra de la oficina del representante comercial de Estados Unidos, sede de las pláticas, para comer un lunch exprés.
En la embajada mexicana en Washington, a dos calles de la Casa Blanca, se concentraron los empresarios de nuestro país, que han acompañado la renegociación por más de un año y están vigilantes de que los funcionarios (presentes y futuros) no acepten algo que pueda dar al traste con la industria nacional.
El triunfo electoral en México de Andrés Manuel López Obrador revivió las negociaciones del TLC que estaban estancadas. Sin embargo, conforme fueron avanzando las semanas, su enviado especial, Jesús Seade, pasó de ser un testigo de piedra que avalaba todo lo realizado por el actual gobierno a un activo negociador que se reunía por separado con sus contrapartes estadounidenses y enmendaba la plana a los de Peña Nieto.
La última semana ha sido una montaña rusa. En un mismo día las expectativas han subido y bajado: a veces parece que ya van a llegar a un acuerdo, a veces que se prolonga indefinidamente, a veces que rompen. Y todo, con diferencia de horas.
Las contradicciones entre lo que planteaban Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo, por un lado, y Marcelo Ebrard y Jesús Seade, por el otro, tuvieron que resolverse al más alto nivel entre los gobiernos saliente y entrante de México. El tema energético fue la gota que estuvo por derramar el vaso.
Pero una vez desatorado ese punto, ya con una posición común otra vez para enfrentar a Estados Unidos, el ánimo fue francamente positivo a partir del viernes, durante todo el sábado y el domingo.
El objetivo que se trazaron es hacer todo lo posible para anunciar hoy que México y Estados Unidos ya arreglaron sus diferencias, y sólo faltaría agregar a Canadá, que no debe desdeñarse como factor que puede —o no— generar incertidumbre. El gobierno del primer ministro Justin Trudeau tiene la capacidad de sellar la firma del TLC 2.0 en cosa de días o reventarla.
Si la incorporación de Canadá no presenta mayores obstáculos, podrían los tres países anunciar un Acuerdo en Principio, que luego tendría que detallarse en un documento final redactado por los equipos técnicos, que se enviaría a las cámaras legislativas de los países involucrados.
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