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Lo volvió a hacer. Y con ello envió de nuevo el mensaje: él manda aquí. Tras su polémica consulta para mantener el aeropuerto en Texcoco, que fue calificada por el líder opositor López Obrador como “el fraude electoral más grande perpetrado por la mafia del poder”, el presidente electo José Antonio Meade tuvo la desfachatez de convocar a otra consulta para avalar la obra emblema de su sexenio: el tren maya.
El mismo día que anunció la consulta informó a los gobernadores del sureste que la ceremonia de inauguración del citado tren será el 16 de diciembre, el inicio de su construcción el 17 y que ya hay 6 mil millones de pesos en el presupuesto 2019 para echarlo a andar.
Criticó López Obrador: “¿qué consultan? La decisión está tomada por un solo hombre, por un grupúsculo de élite que responde a intereses de la mafia… ese arroz ya se coció, nos están engañando, creen que el pueblo es tonto”.
El presidente electo Meade fue más allá en mandar el mensaje de que no le importa: las mesas de votación se van a instalar en los mismos lugares que en la del aeropuerto (que son bastiones del PRI) y los votos los va a contar la misma fundación. “Antes hacían un fraude electoral cada sexenio, ahora hacen uno a la quincena”, remató López Obrador.
El líder opositor AMLO convocó a sus simpatizantes a cercar la casa de transición de Meade, en la cotizada colonia Roma, “para evitar otro fraude”. Además, colectivos afines a Morena convocaron a una marcha el fin de semana para protestar contra la consulta que favoreció a Texcoco. Desde el futuro gabinete de Meade, las organizaciones del corporativismo priista y las granjas de bots en redes sociales se promovieron los #Marchaira y #Nacolectivos. López Obrador lamentó “la estigmatización y la ofensa contra quienes sencillamente están ejerciendo su derecho constitucional a la libre manifestación” y anunció que denunciará al gobierno electo ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos.
Aprovechó para denunciar otra maniobra priista a la que calificó como un duro golpe a la democracia: la Cámara de Diputados, de mayoría tricolor, aprobó la creación de los superdelegados, uno por estado, que se encargarán de repartir miles de millones de pesos de los cuatro programas sociales emblema del nuevo gobierno. Por considerarse una especie de virreyes, el esquema desató un escándalo político. Cuando se dieron a conocer los nombres de quienes serán superdelegados, el escándalo fue aún mayor: en aquellos lugares donde no ganó el PRI, el presidente electo Meade nombró en las Superdelegaciones a los candidatos derrotados o a los que eran dirigentes estatales del partido.
López Obrador criticó que el PRI “con un dedazo quiere darle la vuelta al mandato de las urnas” e hizo un llamado a los gobernadores de Morena a boicotear a los superdelegados: “no los reciban, no les tomen la llamada, hay que aislarlos porque no vamos a permitir este desplante antidemocrático”. El viejo presidencialismo priista, diagnosticó, está más vivo que nunca.
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