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En días pasados fue tema de conversación la posibilidad de una recesión en México. Hasta hace algunos años se hablaba de recesión cuando se alcanzaban dos trimestres consecutivos con resultados del PIB en números negativos. La definición aplicaba para la economía de Estados Unidos. En México nunca ha habido un comité o institución que determine oficialmente cuándo hay una recesión o un ciclo expansivo. En Estados Unidos opera el National Bureau of Economic Research (NBER).
La definición de recesión de acuerdo con el NBER es un concepto que considera una serie de indicadores mensuales, como el empleo, el ingreso personal, la producción industrial, el crecimiento trimestral del PIB.
Aplicando dicha definición para el caso de México, es claro que no hay elementos suficientes para determinar que la economía ha caído en una recesión. Sin embargo, sí hay información económica que resulta inquietante. En primer lugar, de acuerdo con cifras publicadas por el Inegi, en el último trimestre de 2018 el Producto Interno Bruto (PIB) creció 1.7% anual. En particular, estuvo muy débil diciembre: de acuerdo con el indicador aproximado del PIB, el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), la economía creció solo 0.2% anual en el último mes de 2018. Es el crecimiento más débil desde 2009 cuando se presentó la crisis hipotecaria en Estados Unidos. Y ahorita no hay crisis mundial.
Además, ya en 2019 debido a la estrategia de combate al huachicol, se tuvieron diversos episodios en distintos lugares de la República en donde la actividad económica sencillamente se detuvo.
En enero de 2019, también se supo que la plataforma de producción de petróleo crudo de Pemex fue de sólo 1.6 millones de barriles diarios. Es decir, se produjo 15% menos crudo que en enero de 2018. Sólo este dato, dado el peso de la producción petrolera en el IGAE, significaría un retroceso de cerca de 1% en enero.
Además, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informó que en febrero de 2019 el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) presentó un descenso de 0.03 por ciento mensual, con lo cual se pudo mantener la inflación anual en 3.94 por ciento, dentro del límite que busca el Banco de México. Esta, que de saque podría ser una buena noticia, es también una confirmación de que la baja actividad económica bajó los precios.
No podemos olvidar también que en los primeros meses de 2019 se han presentado diversas huelgas en el norte del país y la CNTE bloqueó las vías de comunicación en lugares tan estratégicos como el puerto de Lázaro Cárdenas.
Considerando todo lo anterior es posible afirmar que el próximo día 25 de marzo que se publique el IGAE al mes de enero se tenga un dato negativo. El mes de febrero también debería ser negativo o al menos poco dinámico. Así, con dos de tres meses en números rojos, sería tristemente esperable que la 4T estrene el primer trimestre de su gestión con un decrecimiento económico. Aún no es una recesión, pero por ahí se empieza. Están a tiempo de evitarlo.
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