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Ayer me lo volvió a decir un colega: “ahí está, ya empezó Andrés Manuel, de nuevo la misma”. Hizo gesto de desaprobación, de “otra vez la burra al trigo”. Le acababa de contar que López Obrador , que ya había confirmado, canceló su participación en la reunión del consejo regional de BBVA-Bancomer , que aglutina a 200 de los empresarios mexicanos más importantes no sólo a nivel nacional, sino regional, y no sólo banqueros y financieros, sino de prácticamente todas las ramas de la industria. Es hoy. Van todos los candidatos presidenciales menos él.
¿A qué se refería el colega? A que el candidato de Morena-PT-PES empezaba a cometer los mismos errores que en el pasado: faltando a foros donde van todos, desdeñando el debate, polarizando en el discurso contra los empresarios, fallando en mandar una señal de conciliación particularmente a quienes más influyen en el destino económico del país.
La semana pasada canceló de última hora su presencia en el foro 10xLaEducación, convocado por organismos de la sociedad civil. Y hace un par de semanas avisó con mínima anticipación que no acudiría a firmar el documento en favor de los derechos de la niñez , impulsado por la iniciativa privada.
López Obrador ha dicho que desconfía profundamente de la sociedad civil, de las organizaciones no gubernamentales que son financiadas por el sector privado mexicano. También ha manifestado su desconfianza a los bancos y ha marcado distancia con los organismos que representan al empresariado nacional.
En esos foros, muy probablemente López Obrador iba a enfrentar preguntas duras. A las ONG que combaten la corrupción no les gustó su impulso inicial de que sea el presidente de México el que proponga a los fiscales general y anticorrupción. A los que se dedican al estudio de los temas educativos (y que presionaron frontalmente al poder público hasta que lograron que aprobaran la reforma los partidos grandes, incluso el PRD, en el que entonces militaba el hoy aspirante de Morena) no les gusta su rechazo a la reforma educativa. Y a los banqueros y empresarios asusta lo del aeropuerto, los precios de garantía, lo de revisar discrecionalmente los contratos de la reforma energética.
Eran públicos, pues, que no lo iban a apapachar, pero frente al nerviosismo que provoca en sectores muy poderosos de la sociedad su lugar en las encuestas, el puntero opta por una estrategia que, de entrada, implica dejar de sumar y no sólo eso: crearse enemigos, adversarios que están dispuestos a no permanecer cruzados de brazos en la contienda.
Claramente, López Obrador apuesta por administrar su ventaja en las encuestas. Por un lado quizá vea que, a pesar de que estos desdenes llevan ya varias semanas, su posición no se ve mermada, quizá porque lo que movió a los electores en años pasados no es lo que los está moviendo en este 2018 (comenté algo de esto la semana pasada bajo el título Los “negativos” de AMLO… que no son). Que confrontar con algunos le suma lejos de restarle. Y por el otro, quizá calcule que si llega a restarle, tiene margen.
Faltan 46 días. Sabremos.