La directora general de Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, está haciendo personalmente los menús que, espera, se servirán pronto en el nuevo restaurante “Las Milpas” que dará servicio a los trabajadores del Consejo. “Me gusta mucho cocinar”, dice desde la que todavía es su oficina en el piso 7 del edificio que renta la institución. Pronto se mudará a la planta baja para dejar ese espacio a grupos de trabajo y a otras actividades colectivas. El piso 7 es un exceso, me dice en entrevista. La idea es cambiarse en un año. Austeridad republicana.
La conversación arranca con una evaluación de lo que encontró al llegar al Consejo: una buena parte de sus funciones sustantivas, tales como promover la investigación de frontera, articular y fortalecer las capacidades de investigación, el cambio tecnológico de vanguardia y la vinculación de toda esta capacidad con sectores de la sociedad, estaba “subcontratada a varios despachos” nacionales e internacionales que “cobraban carísimo”. ¿Cuánto?, pregunté a Álvarez-Buylla. “Uy, mucho dinero. ¿Quieres números? Te los voy a pasar (…)”. Las consultorías hacían “de todo”, desde evaluar proyectos, nuevos programas o instrumentos de política pública. Promete que todos los datos relacionados con las finanzas de la institución se harán públicos. La idea, dice la directora, es eliminar o disminuir lo más que se pueda las transferencias de recursos del sector público al sector privado. Uno de los más innecesarios, me dijo, es el gasto en comunicación y difusión, que significó, tan solo el año pasado, un monto de más de 14 millones de pesos.
Álvarez-Buylla hace énfasis en revertir lo que han dejado poco más de tres décadas de lo que llama un “enfoque neoliberal en la ciencia”, y explica: “todo el valor que le metió el gobierno mexicano se fuga y se va al extranjero. En México nos queda la famosa derrama social de la innovación, pero muy mal pagada”. Lo que busca la nueva administración es “generar un círculo virtuoso y dejar de estar regalando este gran valor en forma de talentos, de gente formada que se va y ya no regresa en forma de esta capacidad de desarrollo tecnológico en las grandes empresas que vienen aquí a instalarse y es el país de jauja para ellos.” Prácticamente “seguimos en la época de la conquista”, dice. La soberanía científica, se deduce de la conversación, tiene que ver con la posibilidad de romper este patrón de explotación y abuso.
Además del recorte de gastos, la nueva titular del Conacyt está convencida de que debemos dejar de seguir enviando a tantos jóvenes a estudiar en el extranjero: “Hay becarios que podrían estar formándose mejor acá y constándole al erario público mucho menos”. Y agregó: “Estamos decidiendo, de hecho, si va a haber nueva convocatoria para becas al extranjero” para este año. Un par de horas más tarde, su encargado de comunicación, David Alexir Ledesma, presente durante nuestra entrevista, me envió un mensaje de parte de Álvarez-Buylla: “No se detendrá la convocatoria, aunque se va a revisar a detalle”.
Dato adicional: ahora los proyectos que financiará el Estado mexicano a través de Conacyt tendrán que ser presentados, sin excepción, en inglés y serán evaluados por árbitros internacionales para evitar “la creación de cofradías”.
Pregunto finalmente: ¿a qué país hay que voltear a ver como ejemplo? “En ciertos aspectos países como Cuba son ejemplares (…) Hay mucho que aprenderle al sistema cubano (…) Brasil en algunos momentos lo ha hecho muy bien, y los países escandinavos”.
Esa es parte de la apuesta del Conacyt y de eso se trata la soberanía científica que defiende su nueva directora. No podemos más que desearle éxito. Y esperamos esos datos, por supuesto. Será crucial analizar en qué y para qué se gastaron lo que ella contabiliza como 50 mil millones de pesos —más, menos 15 mil millones— en 30 años. Esperamos también la plataforma que anunció al final de la entrevista, que permitirá observar “en tiempo real los avances de esta ciencia articulada, pertinente para promover una soberanía científica.”
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