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“En todo el mundo la estadística es una ciencia exacta, en México es un arte plástica” escuché decir hace muchos años a un destacado priista, y si la fuente inagotable de sabiduría político urbana y dichos de la tía Chona todos son priistas o expriistas, tomemos como muestra, el ejemplo de Andres Manuel: Para @LopezObrador_ no es lo mismo 79 al día que más de 2,000 al mes, y como Vox Populi Vox Dei, no tendría por que ser, ni significar lo mismo.
El presidente de #México Andrés Manuel López Obrador @lopezobrador_ ha querido presentar sus conferencias de prensa mañaneras como un acto de rendición de cuentas directo a la ciudadanía. En los hechos los resultados son otros. Sí, cierto, mantiene de cierta manera una comunicación directa, pero más para imponer la agenda mediática, como máxima autoridad lo que él diga o deje de decir, tiene más peso en la narrativa, que lo que cualquier otro personaje pueda mencionar. Las #mañaneras han servido en cuatro meses y medio, para seguir dividiendo al país. Los otros, los que no piensan como la masa cuatrotetizada son los malos, los que impiden el progreso, los que no quieren que los beneficios lleguen a todos, siguen siendo más que los responsables, los culpables de todos los males del país.
No son un acto de rendición de cuentas, porque si de algo adolecen las conferencias presidenciales es de cifras que puedan constatarse, analizarse y contrastarse, para someterles a una sencilla prueba del método científico que nos haga pensar si son o no correctas las decisiones que está tomando el gobierno federal, todo, no sólo el presidente. Si de un tercero proceden informes que alerten sobre malas decisiones gubernamentales, de inmediato @lopezobrador_ se apresta a decir que él tiene “otros datos”, que obvia decirlo, siempre le dan la razón.
Las mañaneras no son tampoco un ejercicio periodístico, cuando más se acerca a una actividad que tiene que ver con el oficio de “reportear”. En su mayoría se trata de acudir a presenciar un largo monólogo, sazonado con muchas preguntas casi a modo, y en el extremo de la genuflexión hay “reporteros alternativos”, que se encargan de ensalzar la siempre magnificada figura presidencial. Un acto que se pensaba superado para nuestro país. Quien se atreve a poner en duda los dichos presidenciales, es colocado en el corralito de la prensa fifí, que a decir del mandatario son emisarios del pasado, conservadores, que se oponen a liberar al pueblo de un tirano, que también todos creíamos ya muerto.
Jorge Ramos @jorgeramosnews el periodista mexicano que venía de un secuestro y robo de su equipo profesional, al intentar hacer una entrevista —que incomodó— al presidente de Venezuela Nicolás Maduro @NicolasMaduro, asistió a la conferencia mañanera de López Obrador, para preguntar cuándo iban a dejar de matar a los mexicanos, porque su arranque se sexenio se presenta como el más sangriento de la historia, y además manifestar su preocupación por los ataques directos del presidente hacia la prensa. El mandatario como es su costumbre dijo que tiene otros datos, aunque en realidad esta vez sí eran similares, es decir, le dio, sin hacerlo de manera directa, la razón al periodista, el suyo es el arranque de gobierno más violento de los últimos 19 años.
Aunque este intercambio de opiniones que hizo tambalear al presidente fue presentado como un acto de la vida democrática, e incluso en Twitter el vocero presidencial @JesusRCuevas escribió: “El @GobiernoMX debate públicamente y comparece como nunca ha ocurrido. Un ejemplo fue el diálogo abierto del Pdte. @lopezobrador_ con @jorgeramosnews. La discusión pública de los temas de interés fortalece nuestra democracia y con ello se forma la ciudadanía.” Pero en los hechos se desató una carnicería en las redes sociales contra Jorge Ramos.
Bajo los hashtags #JorgeRamos #JorgeRamosFarsanteMercenario y #JorgeRamosProvocador todo el aparato del sistema se volcó contra el periodista. Aunque en su defensa se creó el #AMLOEngañaAMéxico, bajo el cual el 32% de la audiencia criticó la intolerancia del presidente y el engaño por promesas incumplidas; el 28% aplaudió la actitud del comunicador, como el primero que se atreve a cuestionar de veras al mandatario; además el 22% compartió los memes sobre las cifras de homicidios con las que a final de cuentas López Obrador acabó por darle la razón a Ramos. El restante 18% le dijo a @jorgeramosnews chayotero, el calificativo favorito para descalificar a la prensa que critica.
En medio de esta polémica, la esposa del presidente Beatriz Gutiérrez Müller @BeatrizGMuller respondió a un tuit de la diputada Tatiana Clouthier @tatclouthier, quien se quejó del aumento “desmedido” de cuentas falsas, “Es verdad, es impresionante. Y un negocio redondo para @TwitterLatAm @TwitterSeguro porque, además, crece el nivel de violencia verbal sin que los responsables de dicha empresa se inmuten. ¡Feliz domingo, Tatiana!”. Con esta sentencia sobre la violencia verbal, le han quitado lo bendito a las redes sociales.
Como broche de oro, este lunes en su #mañanera @lopezobrador_ volvió a tocar el tema de Jorge Ramos: “Vi a un columnista diciendo que los que venían aquí no eran buenos periodistas, que Jorge Ramos sí era muy buen periodista. No, yo pienso, con todo respeto discrepo, creo que ustedes no sólo son buenos periodistas, son prudentes, porque aquí les están viendo y si ustedes se pasan pues ya saben, ¿no? lo que sucede, pero no soy yo, es la gente…”.
Para uno de los países más riesgosos del mundo para ejercer el periodismo, una sentencia así no es cosa de juego. Hoy som os testigos del riesgo enorme que es discrepar, y de lo maldito que puede llegar a ser, colocarse como el siguiente blando de los medios sociales digitales.
El presidente ya mostró el hueco en su armadura, no es invulnerable en términos de opinión pública, la razón no siempre está de su lado, aunque su niveles de aprobación continúen por las nubes, se asoma en el horizonte la posibilidad de una caída. En estadística entre más pronunciada la curva mas resultados caen cerca de la media, y en términos de estadistas, la media en las democracias digitales es la credibilidad perdida.