1. La Guardia Nacional es la Gendarmería 2.0. Es básicamente la misma propuesta que hizo Enrique Peña Nieto en 2012: crear un cuerpo intermedio de seguridad, con formación militar y funciones de policía. Y responde al mismo diagnóstico: las policías de todos los niveles son incapaces de hacer frente a la delincuencia y hay que echar mano de los militares para cubrir ese déficit.
2. La idea original de Peña Nieto se frustró por dos razones: a) su diseño involucraba poner a la Gendarmería en la Segob y las Fuerzas Armadas exigieron una compensación por la pérdida de elementos y presupuesto y b) al salir los gendarmes del Ejército y la Marina, hubiesen perdido los beneficios sociales propios de la carrera militar, obligando a resarcirles la pérdida. Esos dos ajustes acabaron haciendo incosteable la propuesta original y se optó por la idea más modesta de crear la división de Gendarmería en la Policía Federal.
3. La propuesta actual tal vez corra mejor suerte. Al mantener a la Guardia Nacional en Sedena, se obvia la necesidad de compensar al Ejército y de cambiar de régimen de seguridad social. Eso no elimina los problemas administrativos: al incorporar también a elementos de la Marina y la Policía Federal, se tendrán que homologar rangos, sueldos y prestaciones, además de probablemente compensar a esos cuerpos con presupuesto y plazas. Eso sin considerar los conflictos que surgirían por las diferencias en culturas organizacionales.
4. Contar con cuerpos intermedios de origen militar para realizar funciones de seguridad pública no es necesariamente mala idea. Muchos países tienen algo similar (España, Francia, Italia, etcétera) desde hace muchos años (Álvaro Vizcaíno, actual titular del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, publicó un amplio estudio sobre el tema). Pero, salvo excepciones, complementan, no sustituyen a la policía. En Francia, conviven la Gendarmería y la Policía Nacional. En España, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía. Por otra parte, las gendarmerías suelen tener misiones acotadas geográficamente: por lo regular, se les despliega en zonas rurales y pequeñas poblaciones. Para zonas urbanas, está la policía.
5. La Guardia Nacional no va a cambiar gran cosa de arranque. Contrario a lo que afirmó el futuro secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, las brigadas de Policía Militar y Policía Naval ya están desplegadas en el territorio y ya realizan labores de seguridad pública (una sencilla búsqueda en Google lo confirma). Eso significa que en el inicio de la Guardia Nacional, se va a contar con la misma cantidad de elementos, en los mismos lugares, haciendo lo mismo, con las mismas tácticas, liderazgo y equipamiento que hasta ahora, pero con uniforme distinto. Salvo que el uniforme sea mágico, no se deberían esperar resultados distintos.
6. La Guardia Nacional puede tener más impacto en el mediano plazo si se logran las metas de reclutamiento planteadas por el nuevo equipo gobernante (50 mil elementos en tres años). Pero lograrlas va a requerir un esfuerzo monumental: entre 1998 y 2018, el crecimiento neto de las Fuerzas Armadas fue de 34 mil elementos. Lo planteado por la futura administración equivale a hacer en tres años 50% más que lo logrado en las dos décadas. En un entorno de restricciones presupuestales, eso se antoja difícil.
7. De cualquier forma, lo que se haga en el ámbito federal no alcanza. Supongamos que la Guardia Nacional logra sus metas de crecimiento y llega a 150 mil elementos en 3 años: México aún requeriría entre 300 y 400 mil policías más. Y esos están en las corporaciones estatales y municipales. Reformarlas es la tarea crucial, no construir una nueva corporación federal.
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