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Simpático resultó don Jaime Rodríguez Calderón . Ocurrente y dicharachero, fresco y sincerote como son allá en el norte. En una palabra, Bronco (con gloriosa mayúscula).
Y es que el Bronco dice cada cosa tan graciosa. Eso que soltó en el debate, eso de cortarle la mano a los políticos corruptos, literalmente, con machete o guillotina, es una gracejada de campeonato. Pun-ta-dón, dirían despacio y deliberadamente los hiperbólicos. Con eso, el hombre que vino del norte se llevó la noche. Y la semana (y el mes, si me apuran). Se volvió el señor de los memes y el monarca de las redes . De seguro, se agenció un par de puntitos en las encuestas y, con tantita suerte, brincó al cuarto lugar.
Y sí, los bienpensantes y los mansitos, chilangos en su mayoría, pasaron a escandalizarse. Dijeron que esto era medieval e integrista, propio de edades oscuras. Pero da igual. A la raza bronca le gusta eso del hablar recio. Además, no son más que palabras: no es que alguien vaya a empezar a cortar manos como castigo, ¿verdad?
Bueno, tal vez algunos. Unos en Acapulco , por ejemplo, que desmembraron a otro ser humano y dejaron junto a los restos un tierno mensaje: “Ya lo dijo El Bronco, cortarle las manos a los lacrosos que roban aquí está el primero. Atte. Los Enterradores”.
OK, esos enterradores que no entierran se lo tomaron muy a la letra. Pero es incidente aislado. Y a lo mejor sí era lacroso el de las manos cortadas. Otros no van a hacer lo mismo con otros que no dan la pinta de ser de “ellos”, como dicen en la jerga policial.
O tal vez sí. Tal vez algunos en Tabasco, por ejemplo. Unos que fueron a asaltar al ex rector de la Universidad Popular de la Chontalpa y, al no obtener el dinero que esperaban, decidieron que no había mejor jugada que cortarle la mano izquierda a la víctima.
¿Y eso es culpa del Bronco? ¿Ahora le vamos a achacar cada acto de mutilación que ocurra en la República? ¿Cada muñón y cada mano suelta son responsabilidad suya? Suena injusto y lo es.
Pero los mansitos y los bienpensantes andan de jodones. Dicen que, en un país donde la mutilación deliberada es asunto cotidiano, donde hacer cachitos es algo más que una metáfora, los líderes políticos deberían de cuidar el lenguaje. Tal vez deberían intentar canalizar la furia social, no exacerbarla. Tal vez deberían de apelar a nuestros mejores ángeles y no a nuestros peores demonios.
Tal vez, tal vez, tal vez. Pero eso no es chistoso. Eso no es buena tele. Eso no gana debates. Eso no produce memes. Y de eso se trata, ¿no? De capturar el momento, de ser la sensación cotidiana, de recibir el aplauso de los desesperados, de convertirse en trending topic.
Si para eso hay que sacar al cavernícola, pues a sacarlo. Si para eso hay que mostrarse bestial y oscurantista, pues a hacerlo. Si para eso hay que dar inspiración o legitimidad a unos carniceros, pues a darle ¿Qué más da? El rey rating lo justifica todo.
Entonces, raza mansita, entiéndalo ya: el hombre que vino del norte no se va a aplacar. Él se va a seguir con eso de cortar manos y ejecutar malandros.
¿Cómo? ¿Que, en condiciones de impunidad casi universal, la severidad no funciona para disuadir a criminales, que se puede amenazar con la mutilación o la castración o la decapitación y no se va a prevenir un solo delito, que el populismo penal no sirve?
Pues sirve para incrementar audiencia y ganar votos ¿O es que esto se trata de otra cosa?