Obsesionado por tener siempre un pie en la realidad y otro en la ficción, con un estilo que de igual forma abraza el thriller hollywoodense mientras se mantiene en la llamada “nueva ola griega”, el director Alexandros Avranas regresa con su cuarto largometraje, Love me Not (Grecia, Francia, 2017), que llega un par de años tarde a las salas mexicanas.

Como es costumbre en su cine, la historia está basada en un caso real (leído por el director en una periódico local). Una pareja adinerada (Christos Loulis y la impactante Eleni Roussinou) contrata a una joven y guapa inmigrante (Célestine Aposporis) para que sirva como madre subrogada. Los tres se refugian en la lujosa casa de campo del matrimonio. Mientras que el personaje de Eleni ve con cierto resquemor a la chica inmigrante, ésta disfruta de la alberca y nada desnuda ante la mirada serena pero constante de la pareja que la ha contratado.

Luego de algunas inyecciones (hormonas, suponemos) y de una encerrona de rigor con el esposo, vendrán una serie de giros de tuerca que uno ya no sabe si acaso se trata de la supuesta “historia real” en la que esto está basado, o si tal vez Avranas es muy fan del cine de Billy Wilder (Double Indemnity, 1944).

En todo momento, Avranas trata de crear una atmósfera de misterio, y para ello, su arma más efectiva es la mirada a veces fría, a veces perdida, de su actriz protagónica, una Eleni Roussinou que, si solo hay algo que sabe hacer bien, es hipnotizar la lente de David Pimm con tan solo voltear a la cámara.

Tal vez por ello enoja tanto el destino que le tienen preparado Avranas, junto con el co-guionista Kostas Peroulis, a su protagonista: una larga y sostenida secuencia donde un hombre mayor viola, golpea, patea, encadena y hace andar a cuatro patas a una Eleni completamente humillada.

Algunos de inmediato recuerdan el cine de Michael Haneke (Funny Games, 1997), pero quienes insistan en hacer un símil con ésto, perdón, pero no entendieron nada; Haneke muestra violencia extrema (en particular en Funny Games) para crear un efecto y ganar un punto: si la gente disfruta la violencia en el cine, hay que dárselas, pero acompañadas de fuertes dosis de consecuencia. El resultado es perturbador.

En Love me Not, el público entra en shock por la violencia gratuita hacia Eleni, y uno espera (como con Haneke) que entre no sólo el contexto, sino la consecuencia y el por qué de esa violencia. Y he aquí donde la película se derrumba por completo, uno se queda esperando el contexto, la razón y el por qué de esos veinte minutos de tortura gratuita a una mujer, pero sólo se encuentra un perturbador vacío, y un roll de créditos finales.

No me atrevería a llamar misógino o machista al director de esta cinta (ahora que está tan de moda recurrir a la calificación moral de los directores), entre otras cosas porque no lo conozco, ni sé nada de su vida privada (ni me interesa saberlo), pero su película bien podría caer en esas dos categorías no por otra cosa sino por la sinrazón de las acciones y el final abrupto que no permite redención para nadie.

Amén de la construcción pausada (pésimo recurso usado ad nauseam para generar suspenso), lo que enoja y termina mandando esta cinta a la lista de lo peor del año es que al final su discurso es nulo: no dice nada sobre los temas que roza (la maternidad, la intromisión de un tercero al matrimonio, la maternidad subrogada, o ya de perdis algo sobre la inmigración o la corrupción en Grecia), no hay una estructura que haga interesante el relato, y tampoco es capaz de decir nada sobre las mujeres, usadas aquí como objetos intercambiables, vendibles y/o desechables.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses