Más Información
INE aprueba ampliación presupuestal de 9.2 mdp; se destinará para comprar chalecos en elecciones del Poder Judicial
Sheinbaum anuncia obras de infraestructura en Nayarit; destaca puente que irá de Bahía de Banderas a Puerto Vallarta y un acueducto
Detienen a presunto jefe de célula delictiva allegada a Los Chapitos; se encargaba de narcomenudeo y compra-venta de armamento
“¡Arráncate, Coalcomán!”; así fue la campaña de Anavel Ávila, presuntamente ligada al “Mencho”, para Movimiento Ciudadano
Presupuesto para programas sociales está asegurado en la Constitución: Ariadna Montiel; destaca que se benefician a 320 mil nayaritas
Sheinbaum anuncia construcción de Farmacias del Bienestar en 2025; asegura habrá medicamentos gratuitos para personas vulnerables
Liverpool y Tottenham
disputaban el partido más interesante de la jornada, tras la victoria del Manchester City ante el Fulham los Red s estaban obligados a ganar su encuentro para mantenerse en lo alto de la tabla clasificatoria. Ambos equipos nos brindaron un bonito espectáculo, hubo alternancia en el dominio del juego y detalles tácticos que proporcionaron un choque vibrante; sin embargo, el futbol volvía a deparar que fuese una jugada absurda la que definiese la contienda.
Hasta hace no demasiado tiempo, mucho se habló de la capacidad del Liverpool para soportar la presión del liderato. La diferencia respecto al equipo de Guardiola llegó a ser de siete puntos.
Poco a poco, los inquilinos de Anfield se vieron incapaces de mantener la diferencia hasta perder el mando de la Liga y volvieron los viejos fantasmas. El resbalón de Gerrard ante el Chelsea en 2014 sigue presente en el imaginario colectivo de una afición acostumbrada a las grandes gestas y que, sin embargo, nunca ha visto levantar a sus jugadores el trofeo que les acredita como campeones de la Premier League.
El pasado domingo, la segunda mitad del encuentro era un via crucis para los hinchas Reds, para los jugadores y para un Jürgen Klopp que se desesperaba en el banquillo. Los Spurs habían empatado el partido y los de Mauricio Pochettino le estaban ganando la partida a los pupilos de Klopp con base en su propia medicina, los contra golpes.
La realización televisiva se recreaba durante los últimos minutos, en cada pelota muerta, enfocando las caras de los leales que poblaban las gradas de Anfield. En todas las expresiones se vislumbraba el temor, casi la penitencia de unos aficionados en cuyos cerebros se veía reflejado una y otra vez aquel maldito resbalón del gran capitán. El resbalón que privó al Liverpool de ser campeón de la Premier League.
El destino, caprichoso y cruel a partes iguales, había querido que fuese Steven Gerrard, una de las grandes leyendas del equipo Red, el infortunado.
Cuando el balón rodaba, Anfield no se rendía. Las caras de circunstancias se tornaban en sonoros cánticos. La tribu mantenía el ritual de apoyo, buscando que los suyos marcasen y buscando el favor de la providencia. El futbol, siempre rocambolesco, regalaba a los scousers el triunfo en el minuto 92 y con gol en propia puerta. El destino es así y pasa por encima de toda lógica táctica.
El simbolismo es una baza importante a la hora de dar campeonatos , Anfield encarna todo el simbolismo del balompié y hoy, el resbalón de Gerrard parece un poco más difuso. El cartel a la salida del túnel de vestuarios deja claro a locales y visitantes lo que se van a encontrar al otro lado: “This is Anfield”.
@AitorAlexandre