“Tenemos una invitación abierta al fracaso, pero no tenemos miedo a eso”, comenta Javier Larragoiti, un joven empresario mexicano de 27 años. Él obtiene endulzante hecho con residuos de maíz que además tiene tres beneficios inmediatos para la salud: previene la diabetes, combate la obesidad y protege los dientes.
En el último año, Javier ha ganado decenas de reconocimientos con su proyecto Xilinat, pero el premio más conmovedor fue el que otorgó el Instituto Tecnológico de Massachussets, universidad rankeada como la mejor del mundo.
El proyecto Xilinat condensó el sueño que Javier tuvo cuando era niño “El programa que más veía era El mundo de Beakman. Me encantaba. Siempre me vi con bata y en un laboratorio. Ya estando en la carrera aprendes que inventar es muy padre y te divierte, pero también, debes buscar cómo puede eso ser explotable económicamente”.
La idea surgió cuando mientras estudiaba la Licenciatura en Ingeniería Química en la Universidad Iberoamericana, su padre fue diagnosticado con diabetes. “Empezó como un proyecto escolar, lo hice porque conforme te vas relacionando con la enfermedad, te das cuenta de que muchos de los mexicanos que la tienen siguen comiendo azúcar a pesar de que saben que los está matando” recuerda Javier.
El Instituto Nacional de Salud Pública señala a la diabetes como una de las principales causas de muerte en el país y estima que al año causa 80 mil muertes. Por otro lado, una encuesta realizada a casi 30 mil individuos, por la misma institución reveló que el 81% de los entrevistados consume bebidas azucaradas regularmente aunque saben que esto aumenta la propensión a la obesidad y otras enfermedades crónicas.
Una de las razones por las cuales los pacientes consumen azúcar aunque eso daña su salud es porque no tienen opciones con el mismo sabor para sustituirla no tienen el mismo sabor, comenta Javier. Según datos de UNICEF, México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil, y el segundo en obesidad en adultos, precedido sólo por los Estados Unidos.
Así fue como comenzó la idea de desarrollar un endulzante que no dañara la salud. La opción fue el xilitol, un compuesto que tiene un sabor similar al azúcar y es bajo en calorías.
La hermana de Javier que estudió odontología, en ese entonces investigaba esta sustancia que se usa en otros países desde los años ochenta para proteger los dientes. En México, datos del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Patologías Bucales de la Secretaría de Salud indicaron que en 2015, el 93% de la población analizada presentó caries .
Solución para agricultores
La desventaja del xilitol es que además de ser muy costoso, se extrae de los bosques de abedules y eso conlleva deforestación. En respuesta a este problema Javier y su equipo desarrollaron tecnología que no daña el medio ambiente, ellos obtienen la misma sustancia por medio de un proceso sustentable que aprovecha los olotes. Héctor, un miembro del equipo, es originario de una comunidad agrícola que produce maíz blanco en San Andrés Cholula. En esa comunidad recurren a la forma tradicional para deshacerse de los residuos, que es por medio de la incineración.
La Comisión para la Cooperación Ambiental señala que en México la quema de productos agrícolas es la forma más económica y sencilla para deshacerse de los residuos orgánicos. Los agricultores deciden quemarlos porque necesitan volver a utilizar el campo rápidamente, las cenizas son más fáciles de limpiar y este proceso evita plagas.
Sin embargo,la combustión genera humo que daña las vías respiratorias y libera emisiones que afectan al cambio climático. En cambio, el laboratorio que produce xilinat procesa los olotes con un molino manual antes de que estos sean quemados, lo que evita que los agricultores estén en contacto directo con la combustión.
Otro problema de las comunidades agrícolas es la pobreza, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) estima que siete de cada diez pobres a nivel mundial siguen viviendo en zonas rurales, el Banco Mundial, señala que en México cerca de dos terceras partes de la población en pobreza extrema habita en áreas rurales. Gran parte de la población rural pobre trabaja directamente en la agricultura, como pequeños propietarios o trabajadores agrícolas, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Para mejorar la situación económica de la comunidad, Javier y su equipo llegaron a un acuerdo con los productores de maíz, una vez al año compran sus residuos y ellos mismos los recolectan. Por lo regular rentan una camioneta y regresan a Puebla para recoger todos los costales que quepan en ella, los traen a la Ciudad de México y aquí llevan a cabo el proceso de biorefinería.
Reconocimientos internacionales
Xilinat lleva un año constituida como empresa, en ese tiempo obtuvieron varios premios, entre los que se encuentra el primer lugar a empresa con impacto social CitiBanamex, el premio DOW a la sustentabilidad en la cadena de valor y el tercer lugar en CleanTech challenge.
También fueron reconocidos en el Second World Jilin Entrepreneur Convention y en el 5th global economic leaders summit en China, y fueron uno de los cinco ganadores en la categoría Invención del Concurso de Innovadores Menores de 35 años de América Latina del MIT-Technology Review.
A pesar de esto, la única institución gubernamental que tuvo contacto con ellos fue el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, que tiene un proyecto para aprovechar residuos de caña de azúcar, aunque ese proyecto se detuvo por el próximo cambio de administración.
“Conforme vendas me pagas”
“Una vez que dimos a conocer la tecnología y el producto, el siguiente paso fue comenzar a tener ventas, ahora debemos explotar eso. Ya tenemos los clientes, pero necesitamos una planta de producción más grande”, comenta Javier.
La mayor parte del dinero con el que han financiado el proyecto ha llegado a través de premios, el dinero de amigos, de su familia y donaciones que ha realizado la gente. Pero la intención a futuro es acercarse a asociaciones que hagan llegar el producto a hospitales y sectores de escasos recursos.
“Aunque todo es miel sobre hojuelas a pequeña escala, a la hora de hacer que rinda el dinero es un reto. Tratamos de aprovechar nuestro sueldo, vivir con menos e invertir la mayor parte en el proyecto”, asegura el joven.
Para que el producto desarrollado por la empresa Xilinat fuera aceptado por los consumidores decidieron ir de panadería en panadería ofreciendo el sustituto, en esas ocasiones presentaron estudios realizados en otros países que respaldan los beneficios del xilitol.
La respuesta de las grandes pastelerías por lo regular fue negativa, pero a Javier le entusiasma que pequeñas panaderías y restaurantes caseros, aceptaron utilizarlo en sus recetas.
Miles de obstáculos
“A veces mi familia está más orgullosa que yo, cuesta trabajo creérsela porque diario hay que resolver problemas nuevos”.
Actualmente buscan apoyo de inversionistas “Me ha tocado ir a convencerlos y es como los programas de Shark Tank. Si funciona así, aunque no tienes tanto tiempo ni oportunidades para convencerlos de que inviertan en tu idea”. También buscan manos que se sumen al proyecto, pues los cuatro miembros del equipo barren, trapean y aprenden marketing sobre la marcha.
“Nosotros molemos los residuos de maíz manualmente y después lo usamos en la fermentación y eso genera espuma. Tienes que agregar antiespumante porque la espuma ya ha votado la tapa y hace un desastre” confiesa Javier, que usualmente usa bata negra en en caso de que haya más accidentes en la planta de producción.
Recientemente Xilinat recibió un reconocimiento de manos de Roberta Jackobson, embajadora de Estados Unidos, a raíz de este evento tuvieron tanta difusión que muchos nuevos clientes realizaron grandes pedidos, lo que saturó la capacidad de producción de la empresa hasta junio del siguiente año.
“Vendimos muchísimo, pero ahora tenemos muchos clientes que se están quedando sin producto. El día a día es un reto, y debes resolver los problemas que se vayan presentando con las herramientas que tengas y siempre de la mejor manera”, comenta Javier.
Se trata de un círculo vicioso: cada vez que el proyecto presenta a nuevos inversionistas les dice la cantidad necesaria, ellos dicen que para eso necesitan más ventas, pero para tener más ventas debe producir más, y para producir más necesitan la inversión.
Según el Inegi, de cada 100 empresas nacientes en México, sólo 63 sobreviven el primer año y sólo 30 sobreviven más de 5 años, Javier no teme a las estadísticas pues la respuesta positiva de los clientes lo alienta.
“Hemos estado en una racha de premios seguidos pero nos cuesta creérnosla, nos presentan en foros de emprendedores como casos de éxito, pero yo pienso: ¿Qué consideras éxito? Aún nos falta mucho por hacer”.