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Por: Cristina Hernández
Fotos: Joebeth Terriquez
Fotos: Joebeth Terriquez
¿Has pensado cuánto desperdicio de comida tiras al cocinar? Los bancos de alimentos reportan que con la cantidad de jitomate desechado podrían hacerse diez réplicas de la Torre Latinoamericana o llenar siete estadios de fútbol con las sobras de pan.
En una ocasión Mariana Lara y Rocío Ramírez, de Tijuana, llegaron a la universidad platicando este tema y las altas cantidades que pagan sus familias por los servicios de gas.
Las dos estudian la carrera de Ingeniería en Energías Renovables y pensaron que en sus clases encontrarían una solución para acabar con el mal manejo de residuos orgánicos y al mismo tiempo, generar una nueva fuente de energía.
Por eso crearon un prototipo de biodigestor que convierte los desechos utilizados en la comida como frutas, verduras, cáscaras y huesos, en gas que puede usarse en los hogares para cocinar o bañarse.
Se llama “Biogás del Hogar”, con él pretenden mejorar la economía y ayudar al medio ambiente. Investigaron qué había en sus casas para usarlo y generar este combustible.
Recordaron que recientemente se aprobó la Reforma Energética con la cual, se dijo, habría más beneficios en el consumo de gas Licuado de Petróleo (LP).
La ley promulgada en 2014 era definida como “una oportunidad con la que México podrá aprovechar sus recursos energéticos de forma racional y sustentable”. Con estas bases, tenían previsto que tres años después disminuirían los precios de la luz, del gas y de los alimentos.
De acuerdo con cifras de la Comisión Reguladora de Energía, el precio del gas LP en estados del norte incrementó hasta en 26%. Baja California, Sonora y Chihuahua registran las mayores alzas este año. En diciembre de 2014 el kilo de gas tenía un costo de $15.90 y ahora es de $21.48, según la Secretaría de Gobernación.
Estudiar para salvar al planeta
La carrera de Ingeniería en Energías Renovables fue creada en 2015 por la Universidad CETYS Campus Tijuana, y al año siguiente lanzaron una convocatoria para que los alumnos participaran en una feria ambiental. En ese entonces, Mariana y Rocío llevaban materias relacionadas con la biomasa y por eso se inscribieron.
“Decidimos hacerlo al darnos cuenta de dos problemas principales: el mal manejo de residuos y los altos costos del gas LP”, comenta Mariana. En clase aprendieron sobre los biodigestores que captan estiércol y otros desechos orgánicos que generan el biogás.
Ese año no ganaron, pero al siguiente mejoraron el prototipo y obtuvieron el primer lugar, desde entonces continúan con el proyecto. “Los residuos y desechos vegetales que se generan en la cocina, tienen un alto contenido energético, pero pasa desapercibido y únicamente lo tiramos, por eso los aprovechamos para convertirlos en energía”, dice Mariana.
Estos restos producen biogás de forma natural pero, al menos en el estado, no había sido utilizado a pesar de ser benéfico para el medio ambiente. “Le estamos dando solución al problema de la contaminación y además con un valor agregado a los costos”, dice Rocío. Debido a que buscan dar un mejor precio cuando el producto salga a la venta y así todas las familias tengan acceso a él.
Por cada kilogramo de desperdicio que entra al biodigestor, genera de 40 a 70 litros de gas, según cálculos de las estudiantes. También produce un material utilizado como biofertilizante para huertos y jardines. Así no solo reducen la cantidad de basura , también mejoran la economía de las familias, además de disminuir los gases de efecto invernadero.
La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) indica que en México se desperdician anualmente 20 millones 400 mil toneladas de alimentos, lo cual representa tirar a la basura casi medio millón de pesos. El Banco Mundial asegura que estos desechos de comida generan gases de efecto invernadero, igual al producido por 15.7 millones de vehículos.
Los residuos orgánicos son los que provienen de seres vivos como plantas y animales. En los hogares son ubicados como restos de comida y jardinería. El prototipo con el que trabajan las alumnas son dos botes conectados por una manguera donde introducen los desechos y por la forma hermética en la que está sellado, al liberar el gas no se escapa.
Los restos son mezclados con agua para realizar una digestión anaerobia que genera el biogás y lo almacena en el otro contenedor. El resultado del proceso está compuesto por metano, principalmente, que se puede usar en la combustión o para surtir de gas a las casas.
Los altos precios del gas
Las estudiantes platicaron con algunas familias de Tijuana quienes comentaron que destinan una cuarta parte de sus ingresos a pagar servicios relacionados al consumo energético, tanto para comida como para calentar agua.
En el estado utilizan, aproximadamente, un tanque de gas al mes de 50 o 60 kg y se vende en más de mil pesos; de acuerdo con los datos recabados por Mariana y Rocío. Según la Secretaría de Gobernación, el kilo de gas en Baja California se vende a un precio máximo de $21.48.
De acuerdo con los datos recabados por las alumnas, al mes en el estado una familia gasta aproximadamente mil 270 pesos. “Hay familias que pueden destinar ese dinero a otras áreas, como a la compra de alimentos o invertir en educación”, aseguran.
Lorena Campos es química por la UNAM y comparte su opinión acerca del biodigestor, lo define como un proyecto viable pero complicado por el momento, ya que hace falta información sobre su funcionamiento y una cultura de separación de residuos.
“Aunque entre más se ponga de moda se modernizará. Pienso que es importante que el gobierno apoye estos proyectos que se dan a nivel universidad y en otras instituciones educativas, para que lo hagan de manera económica y al comercializarlo los precios sean accesibles a todos”, comenta la especialista.
Agrega una recomendación: que el biodigestor sea utilizado para edificios o en un conjunto habitacional y así generar residuos con el fin de obtener una mayor cantidad de energía limpia.
En septiembre de 2015 más de 150 líderes aprobaron la Agenda para el Desarrollo Sostenible en la Cumbre de las Naciones Unidas. El documento final fue adoptado por los 193 Estados Miembros, incluye 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible, los principales son poner fin a la pobreza, luchar contra la desigualdad y la injusticia y hacer frente al cambio climático para el año 2030.
Los puntos 7 y 13 están relacionados con energía limpia y acciones por el medio ambiente. Llevan por título: “Energía asequible y no contaminante” y “Acción por el clima”, respectivamente.
Actualmente las estudiantes participan en un proyecto con la Universidad de San Diego en el cual buscan iniciativas para dar solución a los objetivos de sustentabilidad ya mencionados. Durante su participación en ferias ambientales, han percibido que la gente se acerca e interesa en el biodigestor, lo cual expresa que estarían dispuestos a probarlo con el fin de ahorrar y contribuir a mejorar el ambiente.
Ahora continúan con las pruebas para saber qué más necesita y cuando esté listo ellas también lo instalarán en sus casas. Como no tienen los recursos para mejorar el prototipo, esperan que el concurso les ayude para avanzar en el proyecto y así mejorarlo.
El premio por la participación en la competencia es de 50 mil dólares, aunque aseguran que sino ganan, ya es una gran oportunidad para ellas al permitirles conocer proyectos de alumnos de otras universidades que en ambos países trabajan para mejorar el medio ambiente.
En cuanto salga al mercado podrá ser adquirido por cualquier persona, principalmente amas de casa y en un futuro para comercios como restaurantes, cocinas industriales, comunitarias o grandes industrias de alimentos.
No han recibido apoyo económico de instituciones o del gobierno, los principales recursos obtenidos son por parte de sus familias y también de la Universidad que les da cursos de planeación de negocios para emprender sus proyectos.
Una de sus metas es contribuir con las soluciones de los objetivos del desarrollo sostenible establecidos por la ONU. Por esta razón participan en el Global Social Innovation Challenge de la Universidad de San Diego.
“Estamos desarrollando un modelo de negocios ‘One for One’ donde por cada biodigestor adquirido se dona otro, ya que buscamos que nuestra tecnología se accesible no solamente para aquellos que tengan los recursos para adquirirla, sino también proveer de energía a comunidades y familias necesitadas”, explican Mariana y Rocío.