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Texto: Carlos Villasana y Rodrigo Hidalgo
Fotos actuales:
Antonio Sandoval
Diseño Web:
Miguel Ángel Garnica
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En un rincón de la colonia Juárez , una antigua carnicería mantiene viva la memoria de uno de los primeros parques de diversiones en la Ciudad de México, que era visitado por Porfirio Díaz e inauguró la moda de las competencias en patines.
Cada semana, en horario laboral, la esquina de Hamburgo y Toledo es un punto muy transitado por empleados de oficina y gente que se dirige a hacer algún trámite o a comer en los restaurantes cercanos.
A unos pasos del Metro Chapultepec y del corredor comercial y financiero de Reforma, los tacos que se preparan en la carnicería “ Parque Luna ” están entre las opciones más conocidas de la zona; este local abrió sus puertas hace ocho décadas, y más allá de las tortillas y las salsas que tanto gustan a los visitantes, es el último recuerdo vivo del lugar al que debe su curioso nombre.
Toma exterior de la taquería "Parque Luna" que adopta su nombre por el célebre parque de principios del siglo XX.
Armando Espejel lleva 35 años como encargado, y aquí ha visto pasar la vida y los cambios urbanos del rumbo. “Este negocio viene de familia, desde el año de 1938, y se llama así porque aquí enfrente empezaba un parque donde había juegos mecánicos y atracciones. Muchos clientes que tienen ya varios años vienen y me preguntan el porqué, y yo siempre les cuento la historia.”
Fotografía de Armando Espejel en el interior de la taquería "Parque Luna", uno de nuestros entrevistados.
Buscar información sobre dicho espacio no es una tarea fácil, pues a pesar de la importancia que tuvo durante su época de esplendor, en el ocaso del Porfiriato, con el tiempo ha quedado en el olvido.
El Parque Luna fue inaugurado en diciembre de 1906 y los diarios lo anunciaron como “la empresa de diversiones más grande en México”, con espectáculos traídos de Europa y Estados Unidos para deleitar a los asistentes que pagaban un peso de entrada.
Apenas unos meses antes se había fundado la colonia Juárez, con la unión de varios fraccionamientos ya existentes para conmemorar el centenario del Benemérito de las Américas.
Publicidad del Parque Luna del año 1907. Se anunciaba “el mejor salón de patinar en México, 1,500 pares de magníficos patines, 16 empleados, instructores. Música especial, refrescos. Este salón abre sus puertas todo el día. No se admiten personas inconvenientes”, se lee en su contenido.
Los recortes de prensa mencionan 32 atractivos que bien podrían hallarse en cualquier feria actual. Además de la montaña rusa y la banda musical había un río escénico, un laberinto, una “fábrica de risa”, un ferrocarril aéreo, un boliche, un servicio de fotografía eléctrica y un billar japonés, sin olvidar otros que dejan mucho a la imaginación, como el “ Café de la Muerte ” y la “Casa de los Transtornos”.
También había actuaciones especiales de personajes como Babcock, quien se lanzaba en bicicleta por un tobogán, o Fregoli Vargas, “el rey de los prestidigitadores”.
Llamativa publicidad del Parque Luna que enaltece las hazañas en bicicleta del gran Babcock en 1907. “Se arroja en su bicicleta desde una enorme prominencia, con mayor rapidez que una locomotora a todo vapor, traza un gran círculo, cruzando las alturas con la cabeza hacia abajo y luego prosigue por unos instantes su carrera en el espacio, sin punto de apoyo”.
Poco después, el parque albergó dos eventos que le dieron mayor renombre en la industria del entretenimiento. El 3 de mayo de 1907 tuvo lugar la primera competencia de patines en México, que fue reseñada en El Mundo Ilustrado el día 12: “la novedad del suceso hizo que la concurrencia que asistió al salón fuera muy numerosa; el público esperaba con ansia el torneo, y cuando éste dio principio, la espectación [sic] fue general”. Participaron los señores M. García, J. M. Durán, J. Dávalos y S. Barreiro, resultando ganador el primero, quien “recibió como trofeo del campeonato una artística medalla de oro”.
"Primera carrera de patines en México… Bajo las reglas de la Asociación Americana de Patines…carrera a una milla" indica esta publicidad del Parque Luna en 1907. El primer lugar se haría acreedor a una medalla de oro y a un pase anual a este parque. El segundo lugar sólo obtendría el pase anual al parque.
Por otra parte, el 4 de julio del mismo año se llevó a cabo una kermés para festejar la independencia de Estados Unidos, que contó con la asistencia de Porfirio Díaz y del embajador americano.
La celebración incluyó lunch, baile por tandas, carreras entre mexicanos y estadounidenses, una función de “Guzmán, el famoso equilibrista” y una batalla de confetti; la publicidad señala que este centro de diversiones tuvo un costo de 500 mil pesos, y termina con la anotación de que 150 gendarmes y 24 agentes de la Policía Secreta estarían encargados de cuidar “el orden y la moralidad” dentro de sus instalaciones.
El Parque Luna se encontraba en un amplio terreno que todavía en el siglo XIX era parte del pueblo de San Miguel Chapultepec , cuyo templo de origen colonial apenas se puede conocer en una fotografía estereoscópica, situado en medio de un paisaje desértico.
La vista desde lo alto del Castillo de Chapultepec hacia el oriente alrededor de 1873, antes de que se fraccionara la actual colonia Juárez. Del lado derecho está la Calzada de Chapultepec, y a la izquierda, el Paseo de la Reforma; destaca una capilla que fue conocida como San Miguel Chapultepec y que hoy ya no existe. Imagen: Col. Elmer and Diane Powell, Southern Methodist University.
Esta área abarcaba la manzana donde hoy se encuentra la Secretaría de Salud , junto con el actual paradero de camiones, y se extendía de forma irregular casi hasta la calle de Toledo . Los restos de su trazo aún se conservan en la alineación de algunos predios, que es notoria desde las alturas.
Mapa del año 1907 donde se indica el área que ocupaba el Parque Luna de Chapultepec.
La investigadora Guadalupe Lozada, quien se ha dedicado a recopilar la historia de la colonia Juárez, relata en entrevista que este lugar “se creó desde un principio para una élite, estaba destinado a quienes tenían la posibilidad económica de pagar la entrada y aparte otra cantidad por cada atracción; eso significa mucho dinero, algo muy distinto, por ejemplo, a las Albercas Pane”.
Por esa misma naturaleza, también funcionaba como punto de encuentro: “hay algunas descripciones donde se dice que aparte de las diversiones, la gente iba por las relaciones; los jóvenes iban en busca de novia y viceversa, el mayor atractivo era socializar con un grupo como el tuyo”.
Sin embargo, comenta, “al poco tiempo de su inauguración, los periódicos empiezan a decir que la gente que ya lo conoció no vuelve, no encuentra novedades, y la que no lo conoce no se anima a ir hasta allá. El tranvía de Chapultepec los dejaba en la puerta, pero hay que recordar que en 1907 la colonia Juárez apenas llegaba hasta Amberes, de ahí no pasó en mucho tiempo. La urbanización casi terminaba, pero el parque estaba rodeado de baldíos, no había nada más qué hacer por allá”.
Estas circunstancias, aunadas a la llegada de la Revolución, provocaron su decadencia.
“Tuvo una vida breve, y luego se borra de la memoria. El grupo social que le dio vida fue muy afectado con los conflictos revolucionarios; muchos de los que iban ahí a divertirse se fueron al extranjero, otros perdieron sus fortunas. Ya no le tocó ver la llegada de los nuevos ricos en los años veinte y treinta, que se establecieron en las Lomas de Chapultepec y en Polanco ”.
Guadalupe refiere que en la década de los veinte, los terrenos del Parque Luna ya pertenecían al gobierno, e incluso José Vasconcelos propuso edificar ahí el nuevo Estadio Nacional , que finalmente se estableció en la colonia Roma.
Para 1925, la mayor parte del predio fue destinado a la construcción de la Secretaría de Salud , un conjunto de estilo Art Déco diseñado por el arquitecto Carlos Obregón Santacilia que se terminó en 1929.
También se abrieron las calles de Lieja y Tokio , y aún hoy sobreviven algunas casas de la época en los alrededores, como las de Hamburgo 310 y 312 o las de Burdeos 32 y 34. Recientemente, el edificio de Lieja 44 fue demolido, llevándose otro fragmento de la historia local.
En medio del impulso de modernidad y transformación del momento, la familia de Armando Espejel instaló su pequeña tienda en Hamburgo 282 .
“En ese entonces tenían diez carnicerías, y en cada una pusieron a alguien de confianza; a mi mamá le tocó este negocio, que era una carnicería con venta de pollo, de queso, longaniza, chicharrón, etcétera. Con el tiempo pasó a mi tío Enrique, quien la trabajó por más de treinta años, y en 1983 entré yo. Cuando vino el temblor del 85, la venta empezó a bajar, a decaer, y los sábados estaba muerto; entonces empezamos a hacer carnitas, y de ahí hasta la fecha”.
Él atiende en la caja durante toda la jornada, de las 10 de la mañana a las 5 de la tarde. “Nuestra especialidad son las carnitas y las salsas, porque eso sí, no cualquiera las sabe hacer. Es un gusto ser parte de esta colonia”, dijo el señor Espejel.
Esto es lo que vemos hoy en el área donde alguna vez estuvo el Parque Luna, el más grande de México, como se consideraba en la publicidad de aquel 1907.
Nuestra foto principal es una toma panorámica del Parque Luna durante su construcción en 1905. Imagen: Colección Villasana/ Torres.
La foto comparativa antigua es desde lo alto del Castillo de Chapultepec hacia el oriente, alrededor del año 1873, antes de que se fraccionara la actual colonia Juárez. Del lado derecho está la Calzada de Chapultepec, y a la izquierda, el Paseo de la Reforma; destaca una capilla que fue conocida como San Miguel Chapultepec y hoy ya no existe. Imagen: Col. Elmer and Diane Powell, Southern Methodist University.
Fuentes:
Investigadora de la Colonia Juárez Guadalupe Lozada, El Mundo Ilustrado de 1907. Entrevista con el señor Armando Espejel, locatario Taquería “Parque Luna”.